23.1.07

Cuando se pone el sol (Esta mañana me he levantado...)

Una de las cosas pendientes en mi to-do es ver una puesta de sol en el mar. Suelo pensar bastante en ellos, en cómo me sentiría, en cómo tiene que ser la experiencia. He visto muchos amaneceres en el mar -y no me cansaría de ver esa gigantesca pastilla de strepsils ascendiendo lentamente y llenando el día de luces-, pero ningún atardecer. Y, para estas cosas, las fotos no sirven.

Pero tanto suelo cegarme en las puestas de sol en el mar, que se me olvidan las que sí que puedo disfrutar. Esta tarde, a las 18:27, he asistido al espectáculo de una preciosa postal. Ya se había puesto el sol, pero no importaba. Las montañas, bajas en el horizonte, se veían a contraluz rodeándolo todo hasta donde alcanzaba mi ángulo de visión. Desde su base, ascendía un hermosísimo y perfecto degradado de un naranja pastel que, conforme se alejaba de las montañas, iba fundiéndose en mi queridísimo azul grisáceo favorito. Era increíble seguir con la vista el degradado hacia arriba, y notar cómo en la base de las montañas, el naranja presentaba un efecto hirviente a la vista.

Para acabar de rematar la estampa, en el centro del cielo brillaba con un cromatismo casi verdoso el planeta Venus (supongo que era Venus porque era muy brillante y no parpadeaba; en cualquier caso, no importa). Me he emparrado un poco, cosa imprudente dado el viento gélido que hacía hoy (y que ha propiciado que los cielos estuvieran despejadísimos, permitiéndome el lujo del espectáculo).

Qué rabia no llevar una cámara incorporada para poder afotar estas cosas. Qué rabia no llevar una acompañante al lado para poderle decir "fíjate qué chulada". Qué rabia que siempre que me ocurren estas cosas, estoy solo en la carretera y no hay más forma de compartirlo con la gente que contándoselo. Y, para estas cosas, contarlo tampoco sirve.

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