1.7.08

Blendiberiando de nuevo (Esta mañana me he levantado...)

Día 1

Tres cuartos de hora de retraso del tren para un viaje de ida calculado con bastante poco margen de tiempo. La cosa comenzaba interesante, dado que sabía que incluso llegando a la hora prevista, necesitaría aún un tiempo extra para aclararme con el metro y las calles de Barcelona hasta llegar a Pepeland, la escuela de animación del homónimo monstruo de la escena 3D española.

Cuando ocurren estas cosas, las únicas opciones son maldecir al destino y pasarte el rato quejándote, o buscar algo productivo que hacer en ese rato extra. Dado que el tiempo no es precisamente algo que me sobre por lo normal, fui adelantando en la estación de Castellón el contenido de uno de los N trabajos del máster de Comunicación Audiovisual.

Por fin llegó el tren, y durante el viaje alterné la continuación del trabajo con ojeadas más o menos constantes a "Ratatouille", la película que nos habían puesto para el trayecto. Hubiera estado mejor que además hubiera tenido altavoces para escucharla, pero en fin...

Una vez en la estación de Barcelona (qué poco ha costado, ¿verdad?) eran casi las seis menos cuarto. La charla de Daniel Martínez Lara comenzaba a las 17:30 con una presentación sobre qué es Blender, algunos conceptos generales de animación, y por qué alguien que trabaja con programas punteros como 3DStudio Max o Maya le ha echado un ojo encima a esta aparentemente modesta suite 3D.

Pero a esas horas yo aún andaba anunciando al organizador (el entrañable Carles Folch, "8tintin") que iba sorteando paradas por el metro, y calles intrincadas con mi GPS estilo casero (un par de hojas impresas del Google Maps y grapadas por el medio para conseguir un nivel de zoom 2).

Con esas prisas, ni siquiera se me ocurrió pasarme por el hostal reservado apenas una semana antes por no haber encontrado otra cosa. Allí tenía una habitación doble (que mi compañero inicial, Pepius desafortunadamente no podría "disfrutar", una de las tantas patentes bajas) que terminaría compartiendo con Klópes, el blenderita megamaño (con el permiso de Notxor). La sorpresa del fantástico estilo rococó del hostal quedaría reservada (nunca mejor dicho) para algo más tarde...

Así que, después de los primeros abrazos, saludos, choques de manos, besos y sonrisas, me incorporé al vuelo a la divertida charla de Pepeland (entrecortada en ocasiones por los rugidos de un gigante de hierro con el que su adorable pequeñuelo Max jugueteaba en el recibidor).

Al terminar la charla, fui a saludar al invitado estrella de la quedada, el pequeño gran Pablo Vázquez (VenomGFX), que venía de trabajar unos días con el equipo holandés que a su vez está embarcado en el proyecto de juego libre con el Game Engine de Blender, "Apricot" (cuando tenga algo más de tiempo, añado enlaces y fotos de todo un poco). Nuestro argentino más internacional, gurú del modelado, los materiales, el texturizado, los personajes entrañables y muchas más cosas era fácilmente reconocible de oídas.

Después, vino el segundo round de presentaciones, cuando fuimos a tomar algo a algún bar cercano donde cupiéramos (o cupiésemos) todos los que estábamos (que no éramos todos los que éramos). Casi me cago en los pantalones cuando me enteré de que acababa de chocarle la mano al mismísimo webmaster de 3DPoder, probablemente el mejor foro de infografía (entre muchas otras cosas) de habla hispana. Conocí a un par de alumnos muy divertidos de la escuela de animación, y a algunos de los foreros 3dpoderianos (como Soliman o David3d34), y junto con Chronoh y su plugin autista (lo siento, no recuerdo su nombre, me hubiera gustado charlar un poco más con ella), y Melkornix y XoF (que fueron los que quedaron más cerca de mi silla), hablamos sobre el sexo de los ángeles y los delitos cibernéticos de los diablos, de las faltas de ortografía y el tiempo libre, del 3D y los próximos eventos que se están gestando (como la cercana Tenerife LAN Party).

Cómo no, allí estaba el inefable Javier Belanche, Jandro (simplemente él, cualquier adjetivo se queda corto), el ya presentado pero a la vez impresentable Klópes (que llegó ligeramente más tarde que yo, Murphy se ceba especialmente en los viajes), el cada vez más deteriorado Koex (nos hacemos mayores, colega), y no sé si me estoy dejando a alguien. Ya me estoy sorprendiendo por recordar tantas caras.

Como a Javier lo tenían castigado, no se pudo quedar a cenar con nosotros. La pareja chunga barriobajera madrileña (parece mentira que sean informáticos) se colaron y pillaron hotel en Sant Joan d'Espí, así que se tuvieron que largar también para no morir en el trayecto de vuelta más tarde. Tras cuatro o cinco deserciones más, el restante grupo de irreductibles gallos pululamos por las calles barcelonesas hasta dar con un lugar donde no nos miraran raro. Tapeamos hasta saciarnos, y decidimos escampar tras un poco de cháchara, porque ya rondaba la medianoche y había que coger fuerzas para el día siguiente.

Klópes sugirió que fueramos andando hasta el hostal (aproximadamente a un par de kilómetros de Pepeland), propuesta que me pareció fantástica para ver un poco de geografía Barcelonesa y ponernos un poco al día de nuestras enfermizas vidas. Aprovechando que el consolador gigante de Barcelona quedaba cerca, me contó algunas intimidades del edificio (del que su empresa se había encargado de hacer un estudio de luminancia de los pisos más altos). También aproveché para poner a prueba mi GPS, que se portó como un campeón (apenas nos perdimos un par de veces).

Llegamos al hostal, donde nos costó un poco entendernos con la recepcionista. Al final, me tomó los datos y nos metimos en la que, posiblemente, sea la habitación más minimalista con la que me he cruzado nunca. Quizá le sobraba el taburete que hacía las veces de mesilla de noche, o la televisión sobre una mesita al lado de un sobrio armario. Todo lo demás era pura pared (no diré que papel de fumar porque no hice los suficientes análisis) naranja, y Klópes comentó algo parecido a que en su próxima visita se traería un cuadro o algo, para decorar un poco. Cada vez que pienso en que por los 60€ que costaba la noche, en otros lugares podría haber estado en un hotel de tres estrellas, me da un frustum.

Tras escuchar algunos problemas del ocupante de la habitación de al lado con la recepcionista -y que auguraban que por la noche habría jaleo de amigos suyos por la habitación-, terminamos poniendo la alarma para la mañana siguiente (y levantándonos para apagar la luz desde la puerta, que ni siquiera un interruptor extra había cerca de las camas). Las jornadas empezarían a las 10, así que las ocho y media parecían una buena hora para levantarse, en principio... pero sólo en principio.

Otro rato, sigo con la crónica del segundo y tercer día. Stay tunned.

Día 2

Pues ya estamos aquí. Aunque la alarma estaba puesta a las 8:30 (las ponencias empezaban a las 10:15 y estábamos considerablemente lejos del lugar yendo a pie), terminamos despertándonos una media hora antes. Por algunos extraños bucles temporales del camino, llegamos con una hora de adelanto al lugar, de forma que Klópes y un servidor investigaron un poco por las calles adyacentes al Hangar en busca de un sitio donde recuperar líquidos (habíamos desayunado ya un algo o dos en un restaurante cercano al hotel). En el que parecía el bar más cercano hicimos tiempo (hacer tiempo, qué bonita locución) hasta la hora adecuada, aunque al poco hizo acto de presencia Notxor con su flamante motocicleta. Nos saludamos y estuvimos de charla hasta que comenzó a aparecer más gente, momento en el que nos levantamos para irnos hacia el lugar, sólo para descubrir que seguía cerrado y que podíamos tomarnos alguna otra cosa aún.

Un poquito más y ahora sí, ya entramos al famoso Hangar (que bien podría ser un escenario tétrico de videojuegos por su estética entre semiderruido-abandonado pero siniestramente vivo) y ayudamos a la tan simpática como hiperactiva organizadora del Hangar, Carmen, a montar mesas y sillas por doquier. Con la ayuda de un proyector enorme y una pared más enorme todavía, tuvieron lugar las primeras charlas de iniciación, de la mano de Klópes (enmarronado al vuelo el día antes por Belanche), el propio Belanche y 8tintín apoyándoles logísticamente con el uso del ordenador de la presentación.

Pasé gran parte de estas charlas tratando de hacer un simple pinball con el Game Engine de Blender, pero con las nuevas características no conseguí aclararme. Sólo salí de mi obcecación cuando una voz en inglés interrumpió la charla de 8tintín sobre materiales y demás esoterismo blendibérico, preguntando si podía dar la charla en inglés. Consternado y estupefacto, 8tintín lo pensó durante unos segundos y le dijo simplemente que no. La chica era extranjera, y dijo que le costaba seguir el castellano si se hablaba muy rápido, y ante la negativa de 8tintín (realmente era mucho mejor para todos que no diera la charla en nuestro typical espanish inglish :D) me presenté (y me senté y me postsenté) a su lado y le dije que le haría de intérprete en todo aquello que no entendiera.

Me preguntó si sabía algo de Blender, y como algo sabía, fue directa al grano: tenía un proyecto de doctorado para el cual necesitaba reproducir interactivamente en Blender ciertos eventos, así que necesitaba algunas nociones sobre el uso de vídeos como texturas, y algo de funcionalidad del Game Engine. Haré un break para explicar que fui a comer con los majísimos Melkornix y XoF bajo un sol de justicia a una bocatería muy cuca, y podemos resumir las siguientes seis o siete horas del día con que estuve investigando con la chica extranjera la forma de hacer funcionar el proyecto en el que estaba, aparte de averiguar qué hacía una filipina con un nombre tan exótico como Wendy Ann por las Barcelonas. Su historia era muy curiosa, ya que su madre es japonesa, su padre filipino (lugares donde pasó parte de su infancia), después se fue durante unos años a Alemania (estudiando durante todo ese tiempo Ingenería Informática y Comunicación Audiovisual), para finalmente aterrizar en Barcelona por su proyecto de doctorado, aunque su director de tesis no le acabara de gustar (al parecer por el empeño de éste por usar el motor de juegos Torque, motor con el que ella no terminaba de estar a gusto), así que su próxima parada era Noruega -donde le ofrecieron becas de doctorado para un par de años, o algo así- y la siguiente Finlandia. A todo esto, también ha estado en Sudáfrica, con lo que visitando un par más de lugares, esta pequeña pero sobradamente preparada señorita, ya habrá dado una vuelta al mundo.

En resumen: después de toda la tarde de cháchara, sin enterarme lo más mínimo de unas conferencias a las que había ido ex profeso (había sido profeso, pero ya no), cuando llegó la hora de cenar -cena que había sido reservada con antelación- y ya esperaba en el exterior del Hangar a que saliera el resto de gente, se formó un corrillo marujero a mi alrededor, con Belanche a la cabeza, instigándome para que invitara a Wendy a venirse a cenar con nosotros. Por más que le dijera que ya lo había hecho y su respuesta había sido que estaba cansada y se acostaría pronto, fue tanto la insistencia que no tuve otra que insistirle a ella a su salida para que se uniera al club. A pesar de que estaba esperando la llegada desde Ámsterdam (o por ahí) de una amiga suya que aún estaba de camino, al final se apuntó principalmente por la poca gana de tener que hacer la cena. Todo un nido de sorpresas.

Durante el trayecto hasta el lugar (trayecto en el que Klópes se escindió del grupo para dejar trastos al hostal), VenomGFX y Jandro se unieron a la conversación (por no decir que tomaron el relevo completamente) y fuimos completando un poco más su curiosa historia, su estancia en España durante casi un año, su poco trato en castellano, etc. Ya en el restaurante al que nos dirigíamos, nos aguardaba la sorpresa de la noche; el banquete-festín que estábamos a punto de disfrutar fue memorable, con toda clase de extrañas -a la par que sabrosas- baguettes mutantes con todo tipo de quesos, ensaladas de productos cuyo nombre desconozco, pizzas de lo más variopinto... todo un despliegue de sabores, colores y olores que me pillaron con el estómago más bien cerrado (elegí una mala época para empezar a cuidar la línea).

Después de risas y anécdotas, ya cercana la hora bruja, Wendy recibió el aviso de que su amiga estaba a punto de llegar a la estación. Como el resto empezaba a huir a sus madrigueras, pero el núcleo duro del frikismo Blendiberita (Klópes, vamos) aún tenía ganas de fiesta, y dado que Wendy declinó la invitación a acompañarla a la estación, Jandro le dio la dirección del pub irlandés al que nos iba a llevar, para que se pasara más tarde si quería.

El pub irlandés... ah, el pub irlandés. ¿O era escocés? Tanto da; construido sobre un antiguo cine porno del barrio, actualmente tenía el aspecto de haber sido edificado tomando una bella capilla londinense como base sobre la que montar con muy buen gusto un garito de copas espacioso, iluminado y con grupo tocando en directo. Si mi cada vez más soñolienta memoria no me falla, allí quedamos Klópes, Jandro, Solimán, Koala y quien escribe, hablando de todo un poco, pero básicamente de mujeres y de cosas frikis. Bueno, igual hablamos también sobre mujeres frikis.

Cuando el resto menos Klópes decidió que ya había bastante por esa noche y que otro día más, que si había que reponer energías para ver la final de fútbol y que noséqué sobre resacas de noches anteriores, quedamos el supermaño y yo con algunas indicaciones de Jandro sobre otros lugares de referencia de la zona. A partir de aquí, comenzaba a sonar la música de Félix Rodríguez de la Fuente, aunque aún no sé de dónde salía. Tras un laaaaaaaaaaargo pateo por las calles de la zona, donde vimos edificios fermosos, fermosas donc... mujeres, otras no tan fermosas y edificios bastante chusqueros, mezclados con garitos de todos los tipos y el enorme ambiente botellonero de la calle (que era realmente donde se veía la fiesta), nos cruzamos con un grupo de señoras a las que Klópes preguntó si sabían dónde quedaba la Calle Real. "Será donde están los Reyes", dijo una de las jocosas mujeres, mientras que Klópes ponía cara de sacar integrales triples con la respuesta. Le pilló algo lentito: mujeres 1 - Klópes 0.

Acabamos en una discoteca de música rock-pop antigua, un poco atestada pero aún transitable, "accidentalmente" al lado de un grupo de cuatro muchachuelas de curiosos estereotipos (una de ellas con apariencia asiática, cosa que después de lo de la filipina le dio mucho de sí a Klópes) que parloteaban agarradas a un algo extraño que beber. Klópes inició el acercamiento de cortejo preguntándoles qué era eso que extraño que bebían. No recuerdo si dijeron que Bloody Mary o Daikiri o algo por el estilo, así que dijo que qué bien, se acercó a la barra y pidió un ronconcola. Para hacer una excepción en mi abstemiez típica, me pedí otro de esos, y el resto fue todo para mí como asistir a un National Geographic (ah, quizá de ahí la música) sobre los extraños protocolos, la flora y la fauna de ese tipo de lugares. Me entretuve pensando en la aparente jerarquía social de ese grupo de amigas, viendo cómo interactuaban y cómo espantaban aquí y allá a algunos moscardones. Recapacité sobre lo pesado que debe de ser ir a ese tipo de sitios y pasarse la noche igual. Aunque también pensé que tampoco les molestaría tanto si seguían yendo. En fin, fue divertido. Klópes avisó de que tenía que vaciar la vejiga, así que dijo que se iba para el baño, y luego fue hacia las chicas a preguntarles dónde estaba el baño. Ellas le indicaron, entre risas. Ahí aproveché para acercarme a preguntarles cómo evaluaban del 0 al 10 ese intento de aproximación tan obvio, y me dijeron que un menos cuatro. Como luego les pregunté qué les había parecido este otro y me dijeron que un menos diez, volví al lugar anterior a esperar a que regresara nuestro héroe. Poco después, pasó un tipo vendiendo flores y se puso realmente pesado, con lo que le compré una y, en cuanto dieron el aviso de cierre de la discoteca e íbamos a salir, se la di a una de las del grupo en compensación por soportarnos ese rato.

No sé si se la llegaron a quedar o qué, no me fijé cuando salimos y terminamos coincidiendo en la esquina del mismo garito. Ahí Klópes les dijo que no les estábamos siguiendo, que teníamos el hotel en esa dirección, y que buenas noches. No recuerdo qué comentario hicieron, pero se las veía bastante sosas. Después, ya casi estando al otro lado de la calle, se escucharon silbidos y reclamos que, según Klópes, era para que volviéramos, pero de cualquier modo ninguno de los dos tenía muchas más ganas de otra cosa que no fuera encontrar la cama y olvidar tanto patetismo concentrado. El paseo de vuelta fue tremendo, pero Barcelona a las cinco y pico de la madrugada está muy tranquila y bonita, sobre todo con la luna creciente brillando cerca del consolador gigante.

Caimos muertos en la cama, y media vuelta después, ya sonaba de nuevo el despertador. Comenzaba el...

Día 3

Y comenzó con un desayuno en una cafetería regentada por unos chinos. Supongo que en Barcelona será bastante común, pero por nuestras zonas aún estamos acostumbrados a verlos en sus tiendas de todo a cien o sus restaurantes chinos. Creo que fue en ese desayuno donde decidí bautizar esta edición como la Blendiberia Asiática. Pedimos a la preciosa camarera algo para tomar (dos cholecks para mí que se fundieron a la velocidad de la luz, un café con leche para Klópes) y de vuelta a la carretera hacia el Hangar. Volvimos a llegar pronto, aunque no tanto como la otra vez.

La primera charla iba a cargo de 8tintín, pero se hacía la hora y no llegaba. Carmen vino a decirnos a los pocos que estábamos por allí que se había levantado algo enfermo, así que VenomGFX, Klópes y el menda improvisamos el contenido de lo que trataba la charla: nuevas y viejas novedades de Blender.

Personalmente fue todo un puntazo, un placer y un honor estar codo con codo con ese par de monstruos (¡feos, más que feos!) explicando un poco de aquí y allá las novedades de las últimas versiones, a la par que yo mismo aprendía y me maravillaba con algunas de ellas que desconocía por completo. VenomGFX explicó con bastante detalle cómo se usaban las partículas para simular peinados, el nuevo escultor de malla, Klópes se lanzó con los nodos de composición, y yo básicamente me dedicaba a sujetar el micro, hacer algunas preguntas o explicaciones y apuntes complementarios, y obligar a VenomGFX a que usara el ratón para apuntar en la pantalla en lugar de su dedo -que nadie podía ver proyectado-.

Después de salvar la mañana, llegó 8tintín con una cara ciertamente de malestar, aunque ya se encontraba mejor. También acababa de llegar Damiles (que tenía la siguiente charla sobre enlosado de texturas no repetitivo) y vi a Wendy con su visita al lado. Me acerqué a saludarlas, me presentó a su amiga, también blendiberita, y nos pusimos a averiguar cómo hacer el bakeado de texturas para una exportación a noséquéformato de su proyecto. Me vino bien para aprender cómo se hacía, a la par que enseñarles los pasos y explicarles por qué había que hacer cada cosa (materiales y texturas en Blender, un mundo fascinante). Esta vez incluso pude atender a un par de aspectos sobre la charla de Damiles, que me pareció muy interesante, aunque a la siguiente de 8tintín (precisamente sobre tostado de texturas) no presté atención por estar aprendiendo por mi cuenta. Cuánta energía desperdiciada, espero que alguien haya grabado esas charlas y me pueda enterar de algo.

Y al poco de cerrar la paraeta, llegó otra amiga de Wendy (ésta sí que era la del viaje, así que ni idea de quién era la chica anterior), una atractiva gallega llamada Paula, que además de ser blendiberita también era del gremio informático. Lamentablemente, no pudieron quedarse a comer con nosotros, así que nos despedimos (dándoles la siempre obligatoria dirección del foro de 3DPoder para cualquier consulta) y fuimos a un chino cercano a expiar nuestro apetito. Una conclusión natural para una verdadera Blendiberia Asiática.

En el chino, bajé mi nivel de estrés cuando me comentó uno de los asistentes que me podía acercar en coche a la estación. Mi tren salía a las cinco, y eran algo más de las dos y media. Si quería comer con ellos, mi única alternativa era ésa. Así que comimos soberanamente bien, con la espléndida Carmen contándonos la historia del Hangar, de cómo se combina la dejadez de un ayuntamiento, la avaricia de un propietario, la presión de un barrio de intenso activismo y los medios de comunicación. No cuento aquí la historia porque dudo que no omitiera algún detalle importante. Estoy seguro de que la historia ya está contada por algún lugar de los internetes.

Al final, despedidas fugaces y viaje casi de rally hacia la estación. Un atasco de última hora parecía presagiar que no iba a poder coger el tren, y en el último minuto... en efecto, el tren se había largado. Con mi mejor cara de pena, me dirijo hacia atención al viajero, donde me dicen que coja el siguiente euromed, que sale una hora después y apenas llega media hora más tarde que el primero. Una estupenda opción, si no fuera porque tras la cola para sacar ese billete, me comunicaran que estaba completo y que debería esperar al siguiente, a las ocho y media, que llegaba a las diez y media (ya sin combinación para volver a casa en tren desde la estación de Castellón).

Así que, puestos a hacer tiempo, me siento en uno de los atestados bancos y me dispongo a adelantar un poco más el trabajo del máster que había estado haciendo durante el primer viaje. Con un asiento libre a cada lado, me pareció de recibo hacerme a un lado cuando un par de jóvenes asiáticas pasaban por la fila y se disponían a seguir adelante al no ver sitio donde sentarse. Me agradecieron el gesto con una graciosa inclinación de cabeza, y yo seguí a lo mío mientras las oía hablar en un idioma muy musical, que me recordaba mucho al de la protagonista asiática de la serie "Lost".

Una de ellas llevaba un tíquet de la cola de entradas, y se iba de tanto en tanto a ver por qué número estaban. En un par de ocasiones, hubo gente que buscaba asiento y se iban a sentar en ese hueco, pero entonces les avisaba de que estaba ocupado, y cuando se iban, la acompañante me hacía otro gesto de cabeza de gratitud. Supongo que cuando volvió la que había ido a mirar la cola le contó algo, porque cuando se fue la otra acompañante y se repitió la escena con otro tratando de sentarse (¿es que ya nadie pregunta si está ocupado?), al volver le dijo algo parecido a "esta vez te ha pasado a ti".

Las estaciones de tren me gustan porque son como miles de historias entrelazadas en un no-lugar de tránsito, y me quedo atontado mirando aquí y allá, descaradamente, qué hace la gente. Probablemente me quedara emparrado con las voces de esta pareja, porque cuando me di cuenta, una de ellas me miraba fijamente con cara curiosa, así que les saludé y les pregunté qué hacían por aquí. Me contaron que estaban de Interrail, que tenían un mes de vacaciones y lo estaban usando para viajar por toda Europa. Eran surcoreanas (efectivamente, como la de Lost) y les comenté lo musical que me parecía su idioma. Les pregunté por el nombre de éste, y me respondieron que "hanguko" (era muy divertido ver las caras que ponían a las que ponía yo cuando me decían algún palabro en su idioma), que venía de "Hanguk" (la forma en que ellos llaman a Corea del Sur). También me dijeron cómo se decía España en su idioma, que realmente sonaba inquietante y exótico (probablemente más de lo que luego realmente sea), pero desafortunadamente no retuve el largo palabrejo.

De vuelta a la parte de los viajes, estaban buscando billete para Madrid, y habían pasado ya por (o iban a estar en) Sevilla, Francia, Roma, Suiza, Ámsterdam y no recuerdo qué más. Sonaba realmente cansado (y lo estaban), pero también una opción de viaje muy interesante para ver mucho mundo por un módico precio (me comentaron que todo el paquete de viajes les acababa saliendo por unos dos o tres mil euros). Charlamos un poco más acerca de cosas que iban a ver en Madrid y las que habían visto en Barcelona, y poco después me avisaron de que se tenían que ir, pero que querían hacerse una foto conmigo. Se hizo una foto cada una, y para no ser menos, yo también hice lo mismo con el móvil (una salió algo chunguilla, debí revisarla antes para hacer otra, o pedirle que me enviaran por correo las suyas... ve a encontrar ahora a una surcoreana perdida por Europa).

En resumen, que me volví a quedar solo y ensimismado conmigo mismo y mis trabajos de clase (bueno, no sé cómo acabé teniendo un "Jueves" bajo mis manos... qué haría yo en mis viajes en tren sin esta revisa), y antes de darme cuenta ya era hora de subir a mi tren (que no era mi tren, pero al fin y al cabo ahora era más mío que el otro que nunca lo fue). Coche ocho, asiento siete-a. Pues a buscar el coche ocho, asiento siete-a. Subo al coche ocho. Asiento siete... ahí, al otro lado del pasillo de la doble de Penélope Cruz. Me siento y la saludo, desde ese ángulo se parece un montón más. Miro el asiento, siete-c. Ostras, no es éste, es el de al lado suyo.

Pues nada, me levanto, le pido permiso para pasar, y me siento a su lado. Antes de decir nada más, me pregunta si ya habrán abierto el bar, que tiene sed. Me deja un poco perplejo su forma de hablar, como si me conociera de toda la vida, simpática y distendida. Le digo que probablemente sí, y me dice que va a por algo de beber. Vuelve poco después con una coca-cola, amablemente me ofrece y no sé exactamente cómo, acabamos hablando de qué hacemos por Barcelona, y me cuenta que estaba haciendo un monólogo de prueba para entrar en la academia de interpretación, que habían estado haciendo (con un grupo) una representación de Cabaret, y que desde pequeña le ha gustado la interpretación, pero que en el terreno laboral no le ha ido nunca demasiado bien y que esperaba encontrar algo en Valencia que le permitiera costearse los cursos. A cuento de la fiesta que se había marcado la noche anterior con el grupo (y yo aún recordando mi propia noche anterior), le pregunté si en las discotecas tenía que ir apartando a muchos moscardones (con eso de parecerse a Penélope Cruz). Se rió cuando le dije lo de parecerse a ella, me dijo que se lo había dicho mucha gente (le dije que principalmente tenía un ángulo en el que era muy parecida, sobre todo por la forma de sus ojos y su nariz). Luego me comentó que solía salir por bares de ambiente homosexual, porque se sentía más cómoda y tranquila por allí (aunque incluso alguna tía le había tocado el culo...). En definitiva, fue una simpática conversación que terminó con otra foto (ésta vez fui yo el que quería la foto con ella). Me dijo que si sabía de algún trabajo donde pudiera actuar, no dejara de recomendarla. Le comenté que si se anunciara por Google sería más fácil que la descubrieran, y me dijo que estaba bastante segura de que no estaría por los internetes. Así que ya sabéis: si necesitáis una actriz para alguna producción de cine, teatro o publicidad, tenéis a la extrovertida valenciana Maricarmen Juárez a tiro de teléfono. De paso, con esto ya me aseguro de que salga en Google :D

Para concluir con la crónica del viaje, sólo me falta añadir que volvieron a poner Ratatouille (y esta vez sí tuve auriculares, y la volví a ver y me volví a maravillar con absolutamente cada aspecto de la película). Contento, cansado y echando de menos a la gente con la que acababa de estar (creo que nunca se me había hecho tan fugaz una Blendiberia), ya tenía que ir preparándome psicológicamente para el próximo viaje de la semana siguiente. Nada más y nada menos que la ciudad que veía en Ratatouille. ¡Allá voy, Francia! ¡Sujétense las boinas!

FIN

P.D.: Otro rato, las fotos.