31.12.04

Tiempo Fractal (A veces pasan cosas)

Alguien dijo una vez (con mucha razón) que todas las historias que empiezan con un "todo comenzó una tarde/aquél día/la noche que/..." son mentira. Que nada comienza en un determinado momento, sino que todo ocurre porque una serie de circunstancias ha hecho que se llegue a ese punto o que se pueda dar esa casualidad.
Supongo que "mis osados lectores" sabrán lo que es un fractal. Si no es así, no te preocupes, estimado amigo: nadie te va a mirar raro por no saberlo. Más bien al contrario; si te acercas a alguien y le dices «Oye, ¿te has fijado alguna vez en la belleza de las estructuras autorreplicantes y de zoom infinito o quasi-infinito que se puede observar en el perfil de las nubes, de las montañas, de las líneas de costa, o de la ramificación de la flora, amén de en algunos componentes de los órganos como las pirámides de Malpighi o la tráquea, o en la estructura de un crisol de nieve?», si te acercas y se lo preguntas, decía, lo más probable es que aparte ligeramente su silla de ti y siga comentando el partido con el colega de al lado.
Bueno, voy a suponer que si aún no captas la idea, habrás sido hábil y habrás puesto "fractal" en el buscador de imágenes de google, el cual te escupirá varios cientos de miles de espectaculares representaciones matemáticas y algunas fotos de la Naturaleza tan hermosas (y terribles) como ésta:


Bien, aparte de por ser la foto de un huracán "tocaya" que fomentaba mis necesidades básicas de narcisismo y blablabla, la he elegido porque se observa perfectamente la espiral que forma el brazo que queda en primer plano: una espiral áurea (o al menos se aproxima bastante).
La espiral áurea es simplemente una espiral cuyo radio crece siguiendo la proporción áurea. Eso lo aclara todo, ¿verdad?
Bueno, hay todo un mundo que googlear al respecto, así que si a estas alturas estáis más perdidos que una neurona en el cerebro de Bush, os dejo diez o quince minutos para que consultéis con el Oráculo.

Tic
Tac
Tic
Tac
Tic
Tac
Tic
Tac

Esto estresa si lo haces mucho, ¿verdad?.


Tic
Tac
Tic
Tac
Tic
Tac

¡Tiempo! (Mi amor, el tiempo sin ti es... "empo".)

Pues del tiempo quería hablar. Si habéis hecho bien los deberes, habréis visto que hay cantidades de formas de vida cuyos cuerpos siguen esta forma de espiral áurea o utiliza las proporciones áureas en ellos (nosotros inclusive, ¡gracias por el Hombre de Vitruvio, Da Vinci!).

Vamos a por el tema, coged aire. Bien, quien más y quien menos habrá tenido alguna vez en la vida la sensación de que "ha cerrado un ciclo". Tal vez desde que se levanta para ir a trabajar hasta que vuelve a hacerlo el día siguiente, quizá desde que encuentra novia hasta que ésta le quiere sólo como amigo, o puede que simplemente desde que nace hasta que muere.
Ciclos que, a su vez, contienen ciclos (mientras naces y te mueres probablemente dos o tres novias acaben queriéndote sólo como amigo mientras te putean cada día teniendo que ir a trabajar).
Pero hay un detalle. En un ciclo perfecto, empiezas donde acabas. En la vida, sin embargo, el tiempo es lineal... ¿o no?
Pensemos por un momento en que el ojo del huracán representa el mismo momento de nuestro nacimiento. Nos desarrollamos deprisa, y en pocos meses pasamos de ser bebé a ser un párvulo. De ahí tardamos un poquito más en convertirnos en un infante. De ahí un poquito más hasta la preadolescencia. De ahí un poquito más hasta la adultez. Y de ahí un poquito más (que ya se han convertido en varios poquitos máses por acumulación) en vetusto, y luego ya lo que aguante el cuerpo hasta ser cadáver. Las relaciones entre desarrollo y edad siguen la forma de ese brazo.
Mientras tanto, estarán ocurriendo a la vez otros ciclos: te saldrán los primeros dientes, las primeras inquietudes, los primeros suspensos, los primeros granos, las primeras eyaculaciones precoces, las primeras calabazas, los primeros expedientes académicos, los primeros despidos, los primeros divorcios.
Y a la vez, cómo no, cada día nos levantaremos (o nos levantarán), nos asearemos (o nos asearán), nos vestiremos (joder, esto cansa y me consta que lo habéis pillado hace ya tiempo, mejor abrevio), desayunaremos, haremos las tareas sociales Part I, comeremos, haremos las tareas sociales Part II, cenaremos, nos acostaremos y vuelta a empezar.
Ciclos, sí, pero abiertos. Cuando acabas estás "como al principio", pero con algo más. Ciclos espirales; espirales con brazos en las espirales que a su vez tienen más espirales en sus brazos. Y así, hasta el nivel que queráis:





Una vuelta de tuerca más: se puede sacar una relación entre el tamaño de los "entes" del Universo y su tiempo de vida (siempre hay excepciones): Una partícula subatómica durará menos que un átomo, y éste menos que una proteína, y ésta menos que un virus, y éste menos que una bacteria, y ésta menos que un gusano, y éste (me salto varios pasos intermedios) menos que un perro, y éste menos que un humano, y éste menos que una sequoya, y ésta menos que una montaña, y ésta menos que un continente, y éste menos que un planeta, y éste menos que una estrella, y ésta menos que un sistema solar, y éste menos que un bucle local, y éste menos que una galaxia, y ésta menos que un supercúmulo, y éste menos que el Universo. Si eres creyente, éste menos que tu dios. Si no lo eres, éste menos que "Santa Bárbara" (la telenovela, no la santa propiamente dicha). Las escalas se disparan con el tamaño, siguiendo el desarrollo de la espiral.

¿Otra vuelta de tuerca más? Si seguís leyendo es porque sois masocas y os gusta el dolor. Tal vez esto "se os esté haciendo largo", y a otros "se os haga corto". Para cada uno, perder tiempo de vuestra vida en leer esto va a suponer entrar por una u otra de las subespirales.
Pensad en cada forma de vida con su propia espiral, interrelacionándose con las espirales del resto de la gente (por ejemplo, Fuckowski en una de sus amadas reuniones logísticas) y con el resto de las cosas en una marabunta caótica pero con un comportamiento emergente y estructurado dentro de él.

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Uf, caos, comportamiento emergente, no queréis que me enrolle (muevo la mano de forma peculiar).
-No queremos que te enrolles.
Así me gusta.

FIN DE LA PUBLICIDAD

Dejémoslo en que todo forma parte del mismo videojuego (violento a más no poder) del Programador de Todo Esto. Imaginad que sois una especie de Neo (por cierto, si tenéis buen ojo habréis visto en el comienzo de la segunda y la tercera parte la aparición de fractales dentro de la estructura de Matrix) y que podéis "ver" la representación del tiempo fractal de cada "cosa que es" en esa reunión del Fucky. Podría ser algo tal que así:


Donde esa fea zona azul del centro representa claramente el marrón que se va a comer de un instante a otro.

Oigo los sollozos de alguien que me implora que pare...
¡Ah, coño, soy yo! Pues nada, gracias por la atención. Despertad a ése de la tercera fila y largáos a perder el tiempo (fractal) a otra parte.

30.12.04

Astrofísica Emotiva (A veces pasan cosas)

** 1 **

Desperté sobre la fría y suave arena de una playa desconocida. Una noche completamente despejada me regalaba el agradable resplandor de la luna llena y el panorama de todas las estrellas que la ruidosa ciudad jamás me permitía ver.
El sabor a salitre del aire se complementaba con el remor efervescente de la espuma que las olas de un mar en calma dejaban sobre la arena. La orilla estaba a pocos pasos de mí, y el mar se presentaba como un pacífico y majestuoso volumen plástico con sus vaivenes impredecibles.
La temperatura era bastante agradable: se intuía el bochorno remanente del atardecer del verano, pero comenzaba a refrescar.
Me pregunté qué hacía allí. No obtuve más respuesta que el latido de mi corazón acompasado con el ritmo de las olas, así que me descalcé y comencé a pasear.
La playa era inmensa, tan larga como mi vista alcanzaba a ver. La arena se colaba por entre mis dedos, haciéndome cosquillas unas veces y dejando una sensación desagradable de abrasión en otras.
Tardé un poco en ver el reflejo de algo que brillaba. Estaba enfrente de mí, entre la arena. Me acerqué curioso, y me agaché para descubrir la causa de aquellas iridiscencias en la noche: era un diamante, del tamaño de la uña de un dedo, vítreo y espectacularmente precioso.
Pensé que tenía mucha suerte de que nadie lo hubiera encontrado antes, tan expuesto como estaba. Levanté la vista y forcé la mirada, ¿habría más?
Sí. A lo lejos pude ver algunos brillos imposibles para la arena. También en el mar, pero demasiado adentro como para llegar hasta ellos, se perfilaban unos cuantos.
Volví a agacharme hacia el que acababa de encontrar. Le limpié la poca arena que lo cubría, y toqué con la yema del índice su pulida superficie.
No sabría explicar muy bien lo que pasó entonces. Sentí como si "alguien" o "algo" me hubiera atrapado con un látigo desde las alturas, y tirara violentamente de mí.
A una velocidad supersónica, comencé a ascender mientras la playa se volvía cada vez más y más lejana, y el paisaje se desdibujaba hasta poder ver todo el planeta del tamaño de una pelota de baloncesto, y todavía más pequeña, más pequeña, más pequeña...
Finalmente, sólo era un tenue brillo entre las otras estrellas.
Por un instante, me pregunté cómo podía seguir vivo en pleno espacio. Pero sólo pude pensarlo durante un segundo porque, al levantar la mirada, vi que me dirigía con rumbo de colisión hacia un pequeño planetoide con reflejos de color plateado, muy similar a la Luna que conocemos. Su hermosura me ruborizó.
Creí que iba a impactar contra esa luna, pero en el último instante (y con una sincronía que aún me maravilla), se hizo a un lado, ofreciéndome un reflejo de mí mismo que no conocía: ahora era un planeta rojizo, con algunos accidentes en su superficie, pero en conjunto muy atractivo.
Mi velocidad se frenó bruscamente una vez atrapado por la influencia gravitatoria del satélite. Poco a poco, los dos comenzamos a describir elipsoides el uno sobre el otro, danzando en una suerte de vals cósmico. Cada mes, nuestras órbitas se acercaban al máximo durante un par de días. Su imagen misma y mi reflejo en ella me llenaban de felicidad; el sentimiento parecía ser recíproco.
Cuando nuestras órbitas se encontraban en nuestro apogeo particular, el punto más distante, la ilusión por volver a acercarnos era mayor que la desesperanza por estar tan lejos.
De esta manera estuvimos bailando durante tres vueltas consecutivas al Sol, ajenos a veces al cosmos que nos rodeaba, pero recibiendo también de pleno alguna lluvia de meteoritos desagradable.
Un día fatídico, mi querido satélite decidió largarse. Al parecer se había cansado de bailar, u otro planeta había capturado su masa a lo largo de la última vuelta en los periodos más alejados. Quién sabe; embelesado como estaba de ella, no prestaba demasiada atención a las circunstancias.
Así que se fue. Se fue, dejando morir toda la energía cinética acumulada, la que me daba la fuerza necesaria para cambiar la realidad por y para ella. Se fue, y por primera vez me percaté de lo frío que era el espacio en la quietud de mi soledad.
Estuve a la deriva durante un tiempo indeterminado, deseando volverla a encontrar, pero allá afuera todo estaba negro, y el telón de estrellas que refulgía a lo lejos estaba infinitamente fuera de mi alcance.
Había algo que me estiraba de nuevo, aunque sólo lo notaba en el estómago. El tirón era continuo y cada vez más acusado.
Allá abajo volvía a aparecer como un fantasma el globo terrestre. Bajaba más, y más, y más. Al entrar en su atmósfera, algunos trozos de mí se desprenderon. Aquello dolía, y mucho.

** 2 **

Desperté sobre la fría y suave arena de una playa desconocida. Una noche completamente despejada me regalaba el agradable resplandor de la luna llena y el panorama de todas las estrellas que la ruidosa ciudad jamás me permitía ver. Había algo nuevo, como una pincelada de rojo sangre rayando el cielo.
Mi estómago se estremeció durante un instante, y respiré hondo.
El sabor a salitre del aire se complementaba con el remor efervescente de la espuma que las olas de un mar en calma dejaban sobre la arena. La orilla estaba a pocos pasos de mí, y el mar se presentaba como un pacífico y majestuoso volumen plástico con sus vaivenes impredecibles.
La temperatura era bastante agradable: se intuía el bochorno remanente del atardecer del verano, pero comenzaba a refrescar.
Me pregunté qué hacía allí. No obtuve más respuesta que el latido de mi corazón acompasado con el ritmo de las olas, así que me descalcé y comencé a pasear.
La playa era inmensa, tan larga como mi vista alcanzaba a ver. La arena se colaba por entre mis dedos, haciéndome cosquillas unas veces y dejando una sensación desagradable de abrasión en otras.
Había caminado durante una noche que se me antojó eterna, cuando vi en la orilla el reflejo de algo que brillaba. El mar mecía el objeto con cada caricia de sus olas. Me acerqué curioso, y me agaché para descubrir la causa de aquellas iridiscencias en la noche: era un diamante, del tamaño de la uña de un dedo, vítreo y espectacularmente precioso.
Pensé que debía de ser imposible que algo tan hermoso estuviera tan expuesto; tal vez se le hubiera extraviado a alguien. Levanté la vista y forcé la mirada, ¿habría más?
Sí. A lo lejos, en el mar, demasiado adentro como para llegar hasta ellos, se perfilaban unos cuantos.
Volví a agacharme hacia el que acababa de encontrar. Esperé a que la ola que lo tapaba se alejara, y toqué con la yema del índice su pulida superficie.
No sabría explicar muy bien lo que pasó entonces. Sentí como si "alguien" o "algo" me hubiera atrapado con un látigo desde las alturas, y tirara violentamente de mí. Me invadió una sensación familiar.
A una velocidad supersónica, comencé a ascender mientras la playa se volvía cada vez más y más lejana, y el paisaje se desdibujaba hasta poder ver todo el planeta del tamaño de una pelota de baloncesto, y todavía más pequeña, más pequeña, más pequeña...
Finalmente, sólo era un tenue brillo entre las otras estrellas.
Por un instante, me pregunté cómo podía seguir vivo en pleno espacio. Pero sólo pude pensarlo durante un segundo porque, al levantar la mirada, vi los destellos de un púlsar. Algo alejada del púlsar, una estrella muy brillante desprendía una luz entre azulada y violácea de una gama cambiante de colores increíble. Su hermosura me ruborizó.
Su gravedad no tardó en mantenerme cerca de ella, y ella caía también en mi influjo. Era algo lento, pero continuo.
Sin embargo, a cada latido del púlsar, ella se alejaba de forma importante de la órbita. Mientras el púlsar permanecía inactivo, la deformación del espacio-tiempo de nuestras masas nos acercaba como canicas en una sábana. De nuevo el púlsar daba una sacudida, y de nuevo la tenía más lejos...
En uno de los tirones, la preciosa estrella se colapsó, y sus capas externas estallaron en una terrible supernova.
La onda expansiva destrozó parte de mi superficie y me lanzó muy lejos, apenas con el tiempo suficiente para observar cómo se convertía en un agujero negro, enlazando para siempre su destino con el del púlsar en un sistema binario.
Aún cayendo, sabía que parte de mi ser había quedado dentro de su horizonte de sucesos, y que mi salvación (ya que no podía fundirme en él) estaba en permanecer lo más lejos posible de su radio de influencia...
Mientras me dejaba empujar sin fuerzas por la energía de la explosión, buscaba algo que consiguiera detener mi descenso. Pero allá afuera todo estaba negro, y el telón de estrellas que refulgía a lo lejos estaba infinitamente fuera de mi alcance.
Me pareció que había una cosa que me estiraba de nuevo, aunque sólo lo notaba en el estómago. El tirón era continuo y cada vez más acusado.
Allá abajo volvía a aparecer como un fantasma el globo terrestre. Bajaba más, y más, y más. Incluso antes de entrar en la atmósfera, grandes partes de mi cuerpo se habían hecho trizas. Agujero negro y Tierra me desgajaban, y el dolor era indescriptible.

** 3 **

Desperté sobre la fría y suave arena de una playa desconocida. Una noche completamente despejada me regalaba el agradable resplandor de la luna llena y el panorama de todas las estrellas que la ruidosa ciudad jamás me permitía ver.
Una curiosa pincelada de rojo sangre rayaba el cielo por el sur, y algunas estrellas fugaces caían a intervalos más o menos regulares por el norte.
Algo conmovió mi espíritu, y me arrodillé en el suelo. Respiré hondo, mientras alguna lágrima mojaba la arena.
El sabor a salitre del aire se complementaba con el remor efervescente de la espuma que las olas de un mar en calma dejaban sobre la arena. La orilla estaba a pocos pasos de mí, y el mar se presentaba como un pacífico y majestuoso volumen plástico con sus vaivenes impredecibles.
La temperatura no era demasiado agradable: se intuía el principio del otoño y comenzaba a hacer frío.
Me pregunté qué hacía allí. No obtuve más respuesta que el latido de mi corazón acompasado con el ritmo de las olas, así que crucé los brazos para darme calor y comencé a pasear.
La playa era inmensa, tan larga como mi vista alcanzaba a ver. La arena se colaba por entre mis dedos, haciéndome cosquillas unas veces y dejando una sensación desagradable de abrasión en otras.
Caminé por un tiempo indeterminado. La situación me resultaba familiar y, no sé por qué (suena ridículo, lo sé, espero que me no os moféis de mí por ello), tuve la impresión de que podía encontrar diamantes en la arena si me concentraba lo suficiente en buscarlos.
En el mar, al menos, destellaban algunos reflejos que parecía imposible que los produjera la simple reflexión de la luz de la -preciosa- luna llena en la cresta de las olas. Tal vez fuera mi imaginación, o mi deseo irracional de dar con uno de esos diamantes.
Pero allí, en la arena, no había nada. Así que seguí paseando, bajo la intermitente lluvia de estrellas. «A veces -pensé- se forman estrellas, o estallan otras emitiendo más luz que todo el resto del Universo junto. Ojalá algún día pudiera verlo.»

Violencia en los videojuegos (Esta mañana me he levantado...)

En nombre de todos los aliens, zombies, mutantes, dragones, orcos, Señores Oscuros, orangutanes, demonios, goblins, cubos de colores y muchos otros seres y objetos de paz: ¡Dejen de jodernos, malditos desarrolladores!

27.12.04

(Salí a cazar) (A veces pasan cosas)

Estamos de fiesta. Se celebran cenas típicas (cenas de clase, cenas de empleo, cenas de secta, etc.), y donde hay tanta gente es fácil encontrarse con una fauna de personas físicamente apetecibles.
Los solteros pertenecientes al club "Hasta Calimero Se Ríe De Mí" (y otra clase de pervertidos que parecen no conformarse con lo que ya tienen, acaparadores ellos) dirigen rápidamente sus miradas sobre la presa. Pero no todos lo hacen de la misma forma, como recientemente he podido contrastar.
Hasta donde me llega el muestreo, percibo tres grupos diferenciados, a saber:
  1. El tipo Terminator
  2. El tipo Alien
  3. El tipo Predator
Como estoy hasta los geoides de la clásica secuencia, veremos primero los del segundo tipo, segundo los del tercero, y por último los del primero.

Los de tipo Alien son los más básicos, apenas parecen llevar una pantallita donde "marca" la posición de la pieza. Vamos, que simplemente constatan su presencia por si más adelante tuvieran que comerle las entrañas o alguna otra cosa. Como pequeño anexo terminológico, los gays que se adhieren a este tipo de "loca-lización" pueden observar las variantes del "contador Gayger" o el "Gaydar".

Los de tipo Predator son un poco más evolucionados. Marcan inequívocamente a la chorba o chorbo en cuestión y evalúan el calor corporal que desprende y/o siguen la estela de sus movimientos para apreciar mejor sus encantos, pero todo ello de una forma muy "orgánica", muy cualitativamente.

Finalmente, los de tipo Terminator desarrollan un patrón sobre la imagen adquirida, calibrando medidas, tamaños, tallas, simetrías, colores, todo ello con precisión milimétrica, para instantes después comprobar el valor medio de la mezcla, factor decisivo para descartar o no la presa. Existen ligeras variantes (por ejemplo, la "Robocop 2", en la que además surge el modelo en 3D rotando en tiempo real junto a los informes, todo un despliegue de efectos visuales).

Una fauna interesante, ¿verdad? Aunque total, para no comerse un rosco, lo mismo daría mirar los cuadros de la pared del bar. Porca miseria.

24.12.04

Los Reyes Magos se separan (Esta mañana me he levantado...)

(Idea original de Olga Rajadell, un enorme abrazo para esta estupenda mujer :)

Los Reyes Magos se separan.


La segmentación racial y la reorganización del mercado sacuden con fuerza la estabilidad navideña.

Por desavenencias en el contrato (al parecer provocadas por una reducción importante en las ganancias del Rey negro con respecto a la de sus compañeros), el tradicional trío navideño se ha roto definitivamente.
Tras un estudio de mercado, Baltasar ha optado por repartir regalos por su cuenta en la madrugada entre el 24 y el 25, entrando en directa competencia con el consagrado Papá Noel.
De esta forma, Baltasar se perfila como una alternativa progresista (un look más moderno, un estado físico ejemplar, un baluarte de la multiculturalidad interracial, un sistema de mercado orientado al outsourcing de empresas asiáticas y una mayor dedicación a sus clientes), más adaptada a nuestros tiempos. Su principal baza es la garantía de entrega de regalos con una anticipación de dos horas con respecto a la de Papá Noel.

Sobre este último, circulan por la Red serias acusaciones que no dejan de tener fundamento si las sometemos a un cierto análisis.
Por ejemplo, se especula acerca de su procedencia alienígena: es un ser extraño que vive apartado del resto de la sociedad, que cada año parece estar embarazado, que tiene un séquito de pequeños seres verdes (probablemente engendrados por él en esos embarazos) que le ayudan a distribuir regalos con los que ganarse la confianza de los más pequeños (¿con qué oscuros motivos?); pero incluso independientemente de su procedencia, es claramente visible una explotación de estos pequeños seres (¿tal vez menores de edad en su raza?), obligados a trabajar durante todo el año sin contrato regularizado ni sindicato reconocido. Y, por último (y esto ha levantado ampollas entre los miembros ecologistas), el abuso al que somete a los renos que tiran de ese enorme carro (¿o nave espacial?) cargado hasta los topes, con temperaturas estratosféricas ostensiblemente inferiores a los cero grados.

Desde luego, hay que tomar todos estos rumores con pinzas. La contraofensiva no se ha hecho esperar; incondicionales del simpático gordinflón hablan de una campaña de desprestigio promovida de forma encubierta por este nuevo competidor.

Desde nuestra posición de exploradores de la verdad de la noticia, seguiremos informando.

21.12.04

Cazadores dementes (Esta mañana me he levantado...)

Mientras lees esto, querido e insensato lector (¿qué haces aquí? ¡hay mil cosas realmente interesantes que hacer ahí fuera o allí dentro!), estoy metiendo directamente (bueno, a través de tus ojos y de tus nervios ópticos) un montón de información hasta tu cerebro (o hasta tu píloro, que hay gente pa' tó).
Una vez llega allí, se procesa en una tormenta electromagnética de sodio y potasio: dendritas, vainas de mielina, axones, sinapsis bailando al son de un vals orgiástico de redes neuronales.
Esta tormenta, sumada a un torrente de hormonas (bullendo cual aspirina efervescente depositada sobre el ojo de Bush) y muy influenciada por lo que otros cerebros igualmente procelosos estén maquinando, dará como resultado una idea, un prejuicio, una acción, un dato a ser archivado o uno que traer de la memoria inconsciente a la consciente (¿recuerdas la primera vez que llevaste un pajarito herido a tu casa?).
A grandes rasgos, tras millones de años de evolución (desde los primeros protovirus con "cuatro líneas de código" hasta Fabrizio) nuestros cerebros se han convertido en unas máquinas de cálculo aplastantemente rápidas, complejas y potentes. Pero no dejan de ser máquinas.
Me explicaré: la publicidad, las sectas (y religiones), los programas de televisión, la pareja, los padres, los amigos, los vendedores de enciclopedias, los psicólogos, los torturadores, los profesores, el perro (bueno, el perro no), todos ellos tienen en común que cambies tu forma de pensar cuando estos pensamientos no se ajustan a sus intereses (ojo, esto no siempre es malo en tanto en cuanto sus intereses pueden ser intentar que seas más feliz, más inteligente, que tengas más futuro, etc.).
De alguna forma u otra, estas personas (o grupos, luego entraré en ese aspecto) usan sus conocimientos (innatos o aprendidos) de la "interfaz" del autómata que llevamos sobre los hombros para reprogramarla. El caso extremo sería el del hipnólogo, que es capaz de llegar al nivel de "la BIOS" (por decirlo en términos informáticos, el sistema básico de entrada y salida de datos del propio sistema) y conseguir cosas como que te resulte repulsivo acercar tu mano a un paquete de tabaco o a un cigarrillo. Como quien levanta el capó del coche y le echa más agua al depósito. Es impresionante, pero a la vez acojona un poco, ¿verdad?
Imaginemos por un momento que somos capaces de controlar (aún ligeramente) lo que otras personas quieren hacer, o lo que creen que quieren hacer, sin necesidad de hipnotizarlas.
Cierra los ojos y pregúntate qué harías si pudieras modificar la voluntad de otra persona. Conociendo a las cuatro personas que me leen, las cuatro están pensando en sexo. Estáis enfermos, joder. ¡Pedídselo a vuestras parejas y punto, no cuesta tanto! ¡Y largáos a un motel!
Casi siempre nos vienen a la cabeza ejemplos en los que forzamos a otras personas a hacer cosas que no querrían hacer conscientemente (aunque que tengo entendido que ni siquiera con la hipnosis te pueden obligar a hacer algo a lo que te opondrías totalmente). Esto en sí ya me plantea una pregunta, ¿por qué pensamos primero siempre en lo malo? Pero no es el tema. Imaginemos que podemos ayudar a otras personas a hacer cosas que sí querrían hacer conscientemente, sólo que no se atreven a dar ese pequeño paso (dejar de fumar, echar unas monedas al mendigo de la esquina, dejar la tele y ponerse a estudiar un poco, dejar este blog y hacerle un par de cariñitos a la pareja, que se lo merece por soportaros). ¿También asusta en este caso la "falta de libertad"? Como siempre, habría gente que lo usara para bien y otros que lo harían para mal.
Bueno, no creo que desvele nada nuevo si comento que ya lo han hecho, lo hacen y lo seguirán haciendo. Al principio comentaba una lista de gente interesada en modificar nuestra voluntad, y mi estantería repleta de enciclopedias demuestra que algunos lo han conseguido (libro recomendado para dejar de hacerlo: Coerción -no recuerdo el autor, pero no es un título demasiado usual- ;). Cuando el cambio de mente ya no es a nivel individual, sino que las personas se convierten en turba, en una mente colmenta, los que están al frente de esa turba adoptan el papel de titiriteros. De nuevo acudirá al cerebro de muchos las imágenes de Hitler y miles de personas vitoreándole (y de nuevo me pregunto, ¿por qué? Martin Luther King también lo hizo y es un ejemplo mucho más esperanzador).
Parece que es más fácil mover a diez mil personas que a una sola. Asimov escribió mucho de esto, y todos los fanáticos de Asimov que me estén leyendo seguro que tienen en la cabeza al genial personaje R. Giskard. Parece ser más fácil dejar que se realimenten los mensajes de fraternidad, de amor, de odio, de fuerza, de ayuda o de venganza.
Tanto en grupo como individualmente, siempre me ha fascinado (para mal, por norma general) el paso directo de 1 a 0, sin términos intermedios: hoy te quiero, mañana no estaré seguro; hoy me como el mundo, mañana me hundo en mi infinitamente profundo pozo de mierda; hay que pensar en el futuro, la vida son tres días y la mayor parte de ellos te persigue un monstruo gigante que se te quiere merendar...
Volvemos al principio, a hacer lo que en nuestra supuesta libertad creemos que queremos hacer. Las cosas cambian si una bomba nuclear está a punto de estallarte en la tripa o si las mandíbulas de un spinosaurus se blanden sobre ti (ambas cosas están a la orden del día, id con cuidado).
La pregunta no se hace esperar: ¿de verdad has hecho lo que querías hacer? ¿Hasta qué punto no has hecho lo que los demás esperaban de ti que hicieras? ¿Cuánto de lo que has hecho ha sido porque querías hacerlo y cuánto porque había que hacerlo?
Repito, esto no significa necesariamente que sea algo malo. Siempre habrá quien utilice sus "poderes Jedi" para intentar hacerte bien (aunque acabe siendo contraproducente) y siempre quien quiera aprovecharse de ti (aunque acabe siendo contraproducente, irónica es la vida y complicada la programación).
Piensa un número del cero al uno. No me lo digas, guárdatelo para ti. Pero pregúntate por qué no has podido dejar de pensar en el cero o en el uno cuando te lo he planteado (no has pensado "madera" o "violeta", por ejemplo). Voy a hacer algo que nunca hace la gente a la que le da por trastear en el uso que le das a tu procesador. Voy a pedirte disculpas por entrometerme en tus pensamientos.

Larguémonos de aquí.

5.12.04

Teoría de Ocio (A veces pasan cosas)

Me encantan los "A veces pasan cosas", mucho más que los "Esta mañana me he levantado y hacía frío". Me gustan porque te asaltan en los momentos más inesperados: sacando a pasear al perro, poniendo un huevo en el baño, en el duermevela, o en mitad de una clase de Filosofía en tercero de BUP.

Ésta ocurrió en mitad de una clase de Filosofía en tercero de BUP (vaya, qué coincidencia). Estábamos estudiando los grandes pensamientos de los asímismo grandes filósofos de la Grecia Clásica.
Si por "gran pensamiento" podemos entender algunas de las chorradas que se llegaban a marcar estos señores.
Una de ellas, de la que apenas conservo recuerdo (lo poco que me suena es que tenía que ver con un carruaje tirado de caballos que simbolizaban comportamientos, o alguna tontería así), le tocó la fibra a un colega (y co-autor de la Teoría, Miguel Tel), que añadió a mi premisa básica "Esto es lo que pasaba por no tener televisión" los siguientes corolarios:
  • Cuando un tío se ganaba la vida del cuento, haciendo ver que era un gran pensador, conseguía que una horda de prepúberes le siguiera por todas partes (cual paparazzi) con el deseo de exprimir alguna frase más de la sabiduría de su maestro. Si, por ejemplo, éste se hallaba echando una apacible siesta y algunos alumnos le despertaban, papiro de notas en mano -"Maestro, háblenos de la Verdad del Cosmos"-, éste mascullaría con boca pastosa y legañas: "El camino a la Felicidad es hacer cosas que nos gustan; hala, iros un rato por ahí y dejad de molestar". Seguidamente, se daría media vuelta, se arroparía y seguiría roncando un ratejo más.
  • También ocurría que, aparte de dormir y "pensar", el otro divertimento que se podían permitir era darle gusto al cuerpecito. Y qué mejor manera de comerle la oreja (u otras cosas) a ese ganado que te idolatra que soltándole alguna perla de Sabiduría Universal, tal vez del estilo de "A veces pasan cosas".
Esto que en principio parece tan simple, tenía su miga. Vivir del cuento no ha sido nunca fácil, a pesar de lo que vemos en Iglesias y Parlamentos.
Pero volvamos al tema. Aparte de los cuentistas, había más gente que dedicaba su tiempo libre a putear a los demás. Podría parecer que lo hacían con mala intención, pero es que, a veces, ¡no les quedaba otro remedio! Veámoslo:

En las sociedades pretelevisivas no había mucho que hacer para matar el tiempo: dedicarse a la música y al arte en general, dedicarse a la guerra y a buscar líos en general, dedicarse al cuento y al folleteo en general, o hacerse matemático o científico en general.
Los matemáticos eran fácilmente reconocibles: eran FEOS. Feos no, feísimos (también conocidos como gente de belleza distraída, difíciles de mirar o de estética abstracta). Vamos, que sólo hay que revisar los retratos de los grandes matemáticos de los tres últimos siglos para darse cuenta de que Lynch bien podría haberlos incluído en "Freaks" junto al hombre elefante y la mujer barbuda.
Y claro, si no tienes talento para el arte, eres demasiado debilucho para la guerra, eres demasiado feo para comerte un rosco, ¿qué te queda? Excluirte de la sociedad y desarrollar y demostrar teoremas a punta pala, que siglos después servirán para amargar la existencia de jóvenes estudiantes (también desahuciados de la vida por otras razones) bajo los disfraces de "Cálculo", "Matemáticas Discretas" o "Ampliación de Matemáticas". Que uno piensa "anda que si yo tuviera una tarde libre la iba a dedicar a investigar el cálculo infinitesimal, las diferenciales y la madre que las parió".

Otro gran cabrón de la historia (aunque quiero pensar que en realidad no quería amargarnos la vida, simplemente es que tenía demasiado tiempo de ocio) fue el inventor del despertador. Acabo de consultar al Oráculo y me ha escupido una web en la que se habla del susodicho.
En ella se puede leer (entre otras cosas):
Creía que tenía que estar en su trabajo a la hora en punto. Se había impuesto la "regla invariable" de levantarse a las cuatro de la mañana en cualquier estación del año.

Como ya me imaginaba, ningún humano en su sano juicio habría cometido tal atrocidad para con la especie.

En fin, que todos estos estén muertos sería un consuelo de no ser porque siguen jodiendo desde el inframundo, la fosa o donde quiera que estén.

Afortunadamente, hoy en día entre el trabajo, la televisión y las patentes es más que suficiente para reducir a cero el tiempo de ocio de la plebe, su intelecto, o los frutos del mismo. Y menos mal, porque a saber cuál sería la próxima elucubración demoníaca de quien tiene demasiado tiempo libre y no folla. Si además tiene pocas luces, se dedicará a la guerra.

-¿Alguien dijo Bush?
-No, era un eructo.

NO.
Al ocio.


26.11.04

Yo, Fuckowski. (A veces pasan cosas)

Podía sentir la mirada de malsana envidia de Daniel atravesándome la nuca. Quería explicaciones, y las quería ya. Primero: saber cómo Fuckowski, ese "bloguero" que se ha hecho tan insigne de la noche a la mañana, llegó hasta mi precario blog, totalmente desconocido y con una única entrada. Y segundo: por qué me leía a mí y no a él, cuyo blog tiene francamente más contenido (yo hasta diría que es serio y mucho más recomendable).
Todo esto no tendría mayor repercusión si no fuera porque, en el plazo de dos días, tres personas distintas me han confesado que cuando le leen a él les parece estar leyéndome a mí (cuatro personas distintas si me cuento a mí mismo): los dos escribimos correctamente, los dos nos movemos en el ámbito informático, los dos parecemos tener una vertiente cinéfila algo freak, los dos aparentamos tener una vida a caballo entre la asocialidad y la antisocialidad...
La chispa salta cuando alguien me pregunta: «¿Seguro que Fuckowski no eres tú?»
Mi respuesta automática es: «Si fuera yo, lo sabría». Pero... ¿de verdad lo sabría? Cualquiera que haya visto "El Club de la Lucha" podría pensar que soy víctima de un transtorno bipolar esquizoide, que yo soy Fuckowski, sólo que no sé que lo soy. Bueno, en nuestro caso, bipolar, lo que se dice bipolar, no sería, porque aparentemente tenemos muchos puntos en común. Además, no podría ser, él dice que trabaja y yo digo que todavía estudio el último año de carrera. Él dice que tiene una guitarra y yo digo que toco la trompeta y el piano.
Cualquier lector mínimamente avezado se habrá dado cuenta de que he introducido (deliberadamente) varias partículas como "aparentemente", "parecemos tener", "decimos que".
¿Hasta qué punto podemos tomar como cierto lo que otra persona dice que es, si no pasamos veinticuatro horas al día con ella? Esto es el mundo virtual; alguien que intentara desmontar la conspiración investigando, por ejemplo, dónde estaba yo a la hora a la que Fuckowski comentaba, podría no tener en cuenta algún script temporizado, programado a altas horas de la madrugada para que entrara en ejecución mientras yo estoy rodeado de gente en otro lugar.
Entonces... ¿es posible que yo fuera (o incluso que yo fuese) Fuckowski, a sabiendas o no? Me gustaría saber qué opina él (o quizás yo en otra fase de mi paranoia mental) para intentar aclararme y aclararlo a mis amigos.
Mientras tanto, espero que no me enlace en su blog. Daniel me retiraría la palabra.

P.D.: Estoy pensando... ¿y si yo fuera Borja Mari?

24.11.04

Mi lata de Coca-Cola favorita (Esta mañana me he levantado...)

"Tu pupila es azul", decía Bécquer. Algo difícil, teniendo en cuenta que la pupila es el agujero y que lo azul sería, en todo caso, el iris. Pero se lo permito por ser él.

Los ojos son el camino más rápido y efectivo para llegar al cerebro de la persona a la que miras. A través de ese agujero de la pupila, conectando con unos centímetros de nervio óptico, alcanzamos sin ningún tipo de defensas a la supercomputadora que rige la vida del pellejo que lo envuelve.

A muchas personas les resulta molesto que les miren a los ojos. Las parejas lo hacen disfrutando de una mayor intimidad (lectura recomendada: Rayuela, del genial Cortázar). Los interrogadores buscan en ellos señales de mentira o confusión. El espejo del alma, ciertamente.

Hace unos meses pensaba en estas cosas mientras esperaba sentado en un escalón junto a un buen amigo -al que había ido a visitar a Barcelona- a que su novia terminara de trabajar.
La calle estaba repleta de gente que iba y venía, rutinas andantes, niños de inocencia envidiable, alguna furcia, algún jefazo de moral aún más distraída... la típica fauna social, vamos.

Mi "deformación profesional" me hizo observar que la secuencia de miradas que me dirigían los viandantes tenían un patrón más o menos definido, un algoritmo de comportamiento: cuando estaban a unos diez metros, hacían un rápido barrido de la zona y se percataban de mi presencia en el escalón; al estar mirándolos yo, enseguida desviaban la mirada (y al principio, instintivamente, yo también la desviaba), para volverme a mirar al llegar a unos dos metros de mí (y de nuevo el juego de desvíos al encontrarse con mis ojos curiosos) hasta que pasaban de largo.

Una y otra vez, la gente que me miraba (y a los que, por una razón u otra le resultaba interesante de lejos) miraba otras cosas y volvía a mirarme a una distancia desde la que podían apreciar más detalles, casi cuando estaban a punto de sobrepasar mi posición.

Jugueteando con este comportamiento (del que no he leído nada en ninguna publicación, con lo interesante que parece), el lector puede potenciar ahora la capacidad para ver sin ser visto (mirando cuando sabe que la otra persona no va a mirar), para dejarse ver (desviando la mirada cuando se acerquen) o para hacerse notar (siempre es divertido comprobar quién aparta antes la mirada).

Bueno, a este respecto tendría que añadir dos cosas. La primera es que parecerle interesante a alguien no implica que sea para bien. Puede que alguien te mire por esa pedazo de tocha que tienes entre los ojos, Napiaman.
La segunda es que éste es uno de esos trucos Jedi que sólo funciona cuando los demás no lo conoce.

Dicho de otro modo, si este estudio sociológico de bar de carretera se extendiese (afortunadamente no tengo apenas lectores y no espero que la cosa cambie), estaría aguando la fiesta a todos los que a partir de ahora lo intenten y, por extensión, a mí mismo... aunque de un tiempo a esta parte me siento lo suficientemente puro y/o caradura como para cotillear sin tapujos en los pensamientos de otros, dejando a la vez que otros se enteren de los míos.
Tal vez por eso tampoco me importe escribirlo aquí.

13.11.04

A veces pasan cosas

La astrofísica plantea tres posibles caminos de nuestro Universo, a saber:
  • O bien tiene la suficiente masa como para volver a colapsarse (Big Crunch)
  • o puede tener la masa justa para frenar su expansión pero sin colapsarse
  • o, finalmente, puede que siga expandiéndose indefinidamente.
Si se da el primer caso, va a dar igual lo que hagamos o dejemos de hacer; cuando todo termine, será lo más parecido a haber escrito un libro que hemos echado al fuego antes de que nadie pueda leerlo.
Si se da el segundo o el tercer caso, entonces tenemos que introducir unas nociones básicas sobre cómo funciona el Universo y, en concreto, sobre el concepto de entropía.

El funcionamiento de una pila es bastante conocido por todo el mundo; tiene un polo de carga positiva y otro de carga negativa. Cuando se unen, la diferencia de potencial induce a una corriente de electrones que puede suministrar la energía necesaria para encender una bombilla, por ejemplo. Cuando este flujo de electrones haya equilibrado tanto el nivel de carga que la intensidad del flujo no sea la suficiente para encender esa bombilla, diremos que la pila se ha descargado.

Si tenemos un vaso con agua caliente y otro vaso con agua fría y los dejamos sobre una mesa a temperatura ambiente, observamos que el de agua caliente se enfría hasta alcanzar la temperatura ambiente, y el de agua fría se calienta hasta alcanzar la temperatura ambiente. Esta temperatura ambiente, a su vez, habrá variado infinitesimalmente (será un poco más fría o más caliente que antes) dependiendo de qué elemento haya requerido o aportado más energía.

Con este par de ejemplos simples podemos imaginar fácilmente algunos procesos a gran escala del Universo: las fusiones nucleares de hidrógeno como pilas que aportan energía a las estrellas, que a su vez irradian esa energía en forma de luz y calor (y otro tipo de ondas) hacia los planetas.
Pero también las estrellas y galaxias, cúmulos y supercúmulos como vasos de agua caliente reposando a una temperatura ambiente de unas pocas centésimas sobre el cero absoluto.

La entropía es la capacidad que tiene un sistema de generar caos. En este caso, consideraremos caos como homogeneidad. Imaginemos un cuarto en el que absolutamente todo lo que lo contiene pasa de estar formando ciertas estructuras (pilas de libros, cajones, ropa apilada en armarios, etc.) a estar repartido por la habitación de forma más o menos uniforme. O cómo un vaso de leche al que le añades cacao en polvo y remueves con la cucharilla se convierte en una mezcla uniforme de leche chocolateada.

Revertir la entropía es posible a escala local (podemos arremangarnos y ordenar la habitación y decantar de alguna forma la leche y devolver ambos escenarios a su punto de partida), pero para ello se necesita invertir más energía de la que se consume. Dicho de otro modo, parafraseando a Murphy, las cosas siempre van a peor. El jarrón chino dinastía Ming se astillará en chorrocientos mil pedazos al caer al suelo, pero no veremos esos chorrocientos mil pedazos reconstruirse para formar el jarrón.
Entonces -alguno se preguntará-, si siempre todo se encamina hacia el desorden, ¿cómo hemos podido evolucionar a partir de una bola de polvo de estrellas al que llamamos "Tierra"? Pues porque tenemos esa pedazo de bombilla llamada "Sol" que nos ha venido proporcionando toda la energía que necesitábamos para desarrollarnos. Recordemos que, a escala local, es posible revertir la entropía.

Pero como rezaba una de mis frases favoritas, del videojuego La Aventura Espacial, "La Entropía del Universo aumenta inexorablemente". Es decir, a escala global el Universo pierde cuerda, se enfría, se para, las estrellas dejan de brillar y explotan o se convierten en agujeros negros o en estrellas mucho más frías.
Aunque hoy brille nuestro Sol, dentro de unos cinco mil millones de años, a eso de la hora del té le dará por reventar (después de haberse desprendido de varias capas, haber crecido hasta tener el tamaño de la órbita de Mercurio y de haber subido la temperatura de nuestro planeta unos cuantos centenares de grados).

¿Qué podemos hacer? La especie humana (o lo que quiera que sea en lo que se haya convertido, si Bush no nos extermina antes) está condenada a salir por patas del planeta cuando éste se vuelva inhabitable, tal vez a otros planetas del mismo sistema solar o hacia otras estrellas más adecuadas.
Pero esto no solucionará nada. La historia se volverá a repetir una y otra vez, y mientras tanto las estrellas se irán desgastando y la temperatura del Universo subiendo ligeramente, hasta el punto de que llegará un momento en el que no habrá una diferencia de potencial suficiente como para que pueda existir ninguna reacción (química, calórica, eléctrica, atómica, ...), de forma que no sólo las estrellas no podrán volver a encenderse, sino que nosotros (bueno, ellos) dejarán de tener ningún tipo de energía.
Los cadáveres de las estrellas, los planetas, las nubes de polvo, las galaxias al completo, vagarán eternamente en un enorme caldero frío a temperatura ambiente. Los esporádicos restos de grumos de energía formarán las últimas estrellas, cada vez con intervalos más espaciados, hasta que incluso ellas se gasten y todo termine. En la práctica, será el Fin del Universo.

Así pues, podemos concluir que todo uso que hacemos de la energía se traduce en un aumento de la entropía (local y global) y nos acerca un paso más hacia ese Fin.
Pensad seriamente en esto cada vez que ejecutáis una tarea rutinaria sin sentido. ¿Podréis dormir con la conciencia tranquila a sabiendas de a qué estáis contribuyendo con semejante desperdicio de fuerzas?

Con el corazón en la mano y un fuerte sentimiento ecologista (más que ecologista aún, ¡cosmoecologista!) os lo pido: no hagáis las camas.

15.9.04

Éste no es el blog que estáis buscando

Parece que está de moda tener blogs. Hasta hace poco, los únicos blogs que tenía la gente eran esos blogs de notas de anillas y tapas duras rojas marca "Caballero" (perdón por la parida mala). Ahora, con el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información (suena tan rimbombante como armas de destrucción masiva o bocata nocilla) todo dios parece querer asombrar al mundo con sus profundos pensamientos (del palo de "a veces pasan cosas" o "esta mañana me he levantado y hacía frío"). ¿Pero no véis que no? ¡A quién le importa lo que piensen los demás, si todos hablan pero nadie escucha!
Pues aquí va mi "contribución", a petición de Fabrizio (cuyo blog al menos sí que merece la pena).
Si queríais leer algo genial y estupendo, parafraseando a Obi Wan, éste no es el blog que estáis buscando.