Mientras lees esto, querido e insensato lector (¿qué haces aquí? ¡hay mil cosas realmente interesantes que hacer ahí fuera o allí dentro!), estoy metiendo directamente (bueno, a través de tus ojos y de tus nervios ópticos) un montón de información hasta tu cerebro (o hasta tu píloro, que hay gente pa' tó).
Una vez llega allí, se procesa en una tormenta electromagnética de sodio y potasio: dendritas, vainas de mielina, axones, sinapsis bailando al son de un vals orgiástico de redes neuronales.
Esta tormenta, sumada a un torrente de hormonas (bullendo cual aspirina efervescente depositada sobre el ojo de Bush) y muy influenciada por lo que otros cerebros igualmente procelosos estén maquinando, dará como resultado una idea, un prejuicio, una acción, un dato a ser archivado o uno que traer de la memoria inconsciente a la consciente (¿recuerdas la primera vez que llevaste un pajarito herido a tu casa?).
A grandes rasgos, tras millones de años de evolución (desde los primeros protovirus con "cuatro líneas de código" hasta Fabrizio) nuestros cerebros se han convertido en unas máquinas de cálculo aplastantemente rápidas, complejas y potentes. Pero no dejan de ser máquinas.
Me explicaré: la publicidad, las sectas (y religiones), los programas de televisión, la pareja, los padres, los amigos, los vendedores de enciclopedias, los psicólogos, los torturadores, los profesores, el perro (bueno, el perro no), todos ellos tienen en común que cambies tu forma de pensar cuando estos pensamientos no se ajustan a sus intereses (ojo, esto no siempre es malo en tanto en cuanto sus intereses pueden ser intentar que seas más feliz, más inteligente, que tengas más futuro, etc.).
De alguna forma u otra, estas personas (o grupos, luego entraré en ese aspecto) usan sus conocimientos (innatos o aprendidos) de la "interfaz" del autómata que llevamos sobre los hombros para reprogramarla. El caso extremo sería el del hipnólogo, que es capaz de llegar al nivel de "la BIOS" (por decirlo en términos informáticos, el sistema básico de entrada y salida de datos del propio sistema) y conseguir cosas como que te resulte repulsivo acercar tu mano a un paquete de tabaco o a un cigarrillo. Como quien levanta el capó del coche y le echa más agua al depósito. Es impresionante, pero a la vez acojona un poco, ¿verdad?
Imaginemos por un momento que somos capaces de controlar (aún ligeramente) lo que otras personas quieren hacer, o lo que creen que quieren hacer, sin necesidad de hipnotizarlas.
Cierra los ojos y pregúntate qué harías si pudieras modificar la voluntad de otra persona. Conociendo a las cuatro personas que me leen, las cuatro están pensando en sexo. Estáis enfermos, joder. ¡Pedídselo a vuestras parejas y punto, no cuesta tanto! ¡Y largáos a un motel!
Casi siempre nos vienen a la cabeza ejemplos en los que forzamos a otras personas a hacer cosas que no querrían hacer conscientemente (aunque que tengo entendido que ni siquiera con la hipnosis te pueden obligar a hacer algo a lo que te opondrías totalmente). Esto en sí ya me plantea una pregunta, ¿por qué pensamos primero siempre en lo malo? Pero no es el tema. Imaginemos que podemos ayudar a otras personas a hacer cosas que sí querrían hacer conscientemente, sólo que no se atreven a dar ese pequeño paso (dejar de fumar, echar unas monedas al mendigo de la esquina, dejar la tele y ponerse a estudiar un poco, dejar este blog y hacerle un par de cariñitos a la pareja, que se lo merece por soportaros). ¿También asusta en este caso la "falta de libertad"? Como siempre, habría gente que lo usara para bien y otros que lo harían para mal.
Bueno, no creo que desvele nada nuevo si comento que ya lo han hecho, lo hacen y lo seguirán haciendo. Al principio comentaba una lista de gente interesada en modificar nuestra voluntad, y mi estantería repleta de enciclopedias demuestra que algunos lo han conseguido (libro recomendado para dejar de hacerlo: Coerción -no recuerdo el autor, pero no es un título demasiado usual- ;). Cuando el cambio de mente ya no es a nivel individual, sino que las personas se convierten en turba, en una mente colmenta, los que están al frente de esa turba adoptan el papel de titiriteros. De nuevo acudirá al cerebro de muchos las imágenes de Hitler y miles de personas vitoreándole (y de nuevo me pregunto, ¿por qué? Martin Luther King también lo hizo y es un ejemplo mucho más esperanzador).
Parece que es más fácil mover a diez mil personas que a una sola. Asimov escribió mucho de esto, y todos los fanáticos de Asimov que me estén leyendo seguro que tienen en la cabeza al genial personaje R. Giskard. Parece ser más fácil dejar que se realimenten los mensajes de fraternidad, de amor, de odio, de fuerza, de ayuda o de venganza.
Tanto en grupo como individualmente, siempre me ha fascinado (para mal, por norma general) el paso directo de 1 a 0, sin términos intermedios: hoy te quiero, mañana no estaré seguro; hoy me como el mundo, mañana me hundo en mi infinitamente profundo pozo de mierda; hay que pensar en el futuro, la vida son tres días y la mayor parte de ellos te persigue un monstruo gigante que se te quiere merendar...
Volvemos al principio, a hacer lo que en nuestra supuesta libertad creemos que queremos hacer. Las cosas cambian si una bomba nuclear está a punto de estallarte en la tripa o si las mandíbulas de un spinosaurus se blanden sobre ti (ambas cosas están a la orden del día, id con cuidado).
La pregunta no se hace esperar: ¿de verdad has hecho lo que querías hacer? ¿Hasta qué punto no has hecho lo que los demás esperaban de ti que hicieras? ¿Cuánto de lo que has hecho ha sido porque querías hacerlo y cuánto porque había que hacerlo?
Repito, esto no significa necesariamente que sea algo malo. Siempre habrá quien utilice sus "poderes Jedi" para intentar hacerte bien (aunque acabe siendo contraproducente) y siempre quien quiera aprovecharse de ti (aunque acabe siendo contraproducente, irónica es la vida y complicada la programación).
Piensa un número del cero al uno. No me lo digas, guárdatelo para ti. Pero pregúntate por qué no has podido dejar de pensar en el cero o en el uno cuando te lo he planteado (no has pensado "madera" o "violeta", por ejemplo). Voy a hacer algo que nunca hace la gente a la que le da por trastear en el uso que le das a tu procesador. Voy a pedirte disculpas por entrometerme en tus pensamientos.
Larguémonos de aquí.
Una vez llega allí, se procesa en una tormenta electromagnética de sodio y potasio: dendritas, vainas de mielina, axones, sinapsis bailando al son de un vals orgiástico de redes neuronales.
Esta tormenta, sumada a un torrente de hormonas (bullendo cual aspirina efervescente depositada sobre el ojo de Bush) y muy influenciada por lo que otros cerebros igualmente procelosos estén maquinando, dará como resultado una idea, un prejuicio, una acción, un dato a ser archivado o uno que traer de la memoria inconsciente a la consciente (¿recuerdas la primera vez que llevaste un pajarito herido a tu casa?).
A grandes rasgos, tras millones de años de evolución (desde los primeros protovirus con "cuatro líneas de código" hasta Fabrizio) nuestros cerebros se han convertido en unas máquinas de cálculo aplastantemente rápidas, complejas y potentes. Pero no dejan de ser máquinas.
Me explicaré: la publicidad, las sectas (y religiones), los programas de televisión, la pareja, los padres, los amigos, los vendedores de enciclopedias, los psicólogos, los torturadores, los profesores, el perro (bueno, el perro no), todos ellos tienen en común que cambies tu forma de pensar cuando estos pensamientos no se ajustan a sus intereses (ojo, esto no siempre es malo en tanto en cuanto sus intereses pueden ser intentar que seas más feliz, más inteligente, que tengas más futuro, etc.).
De alguna forma u otra, estas personas (o grupos, luego entraré en ese aspecto) usan sus conocimientos (innatos o aprendidos) de la "interfaz" del autómata que llevamos sobre los hombros para reprogramarla. El caso extremo sería el del hipnólogo, que es capaz de llegar al nivel de "la BIOS" (por decirlo en términos informáticos, el sistema básico de entrada y salida de datos del propio sistema) y conseguir cosas como que te resulte repulsivo acercar tu mano a un paquete de tabaco o a un cigarrillo. Como quien levanta el capó del coche y le echa más agua al depósito. Es impresionante, pero a la vez acojona un poco, ¿verdad?
Imaginemos por un momento que somos capaces de controlar (aún ligeramente) lo que otras personas quieren hacer, o lo que creen que quieren hacer, sin necesidad de hipnotizarlas.
Cierra los ojos y pregúntate qué harías si pudieras modificar la voluntad de otra persona. Conociendo a las cuatro personas que me leen, las cuatro están pensando en sexo. Estáis enfermos, joder. ¡Pedídselo a vuestras parejas y punto, no cuesta tanto! ¡Y largáos a un motel!
Casi siempre nos vienen a la cabeza ejemplos en los que forzamos a otras personas a hacer cosas que no querrían hacer conscientemente (aunque que tengo entendido que ni siquiera con la hipnosis te pueden obligar a hacer algo a lo que te opondrías totalmente). Esto en sí ya me plantea una pregunta, ¿por qué pensamos primero siempre en lo malo? Pero no es el tema. Imaginemos que podemos ayudar a otras personas a hacer cosas que sí querrían hacer conscientemente, sólo que no se atreven a dar ese pequeño paso (dejar de fumar, echar unas monedas al mendigo de la esquina, dejar la tele y ponerse a estudiar un poco, dejar este blog y hacerle un par de cariñitos a la pareja, que se lo merece por soportaros). ¿También asusta en este caso la "falta de libertad"? Como siempre, habría gente que lo usara para bien y otros que lo harían para mal.
Bueno, no creo que desvele nada nuevo si comento que ya lo han hecho, lo hacen y lo seguirán haciendo. Al principio comentaba una lista de gente interesada en modificar nuestra voluntad, y mi estantería repleta de enciclopedias demuestra que algunos lo han conseguido (libro recomendado para dejar de hacerlo: Coerción -no recuerdo el autor, pero no es un título demasiado usual- ;). Cuando el cambio de mente ya no es a nivel individual, sino que las personas se convierten en turba, en una mente colmenta, los que están al frente de esa turba adoptan el papel de titiriteros. De nuevo acudirá al cerebro de muchos las imágenes de Hitler y miles de personas vitoreándole (y de nuevo me pregunto, ¿por qué? Martin Luther King también lo hizo y es un ejemplo mucho más esperanzador).
Parece que es más fácil mover a diez mil personas que a una sola. Asimov escribió mucho de esto, y todos los fanáticos de Asimov que me estén leyendo seguro que tienen en la cabeza al genial personaje R. Giskard. Parece ser más fácil dejar que se realimenten los mensajes de fraternidad, de amor, de odio, de fuerza, de ayuda o de venganza.
Tanto en grupo como individualmente, siempre me ha fascinado (para mal, por norma general) el paso directo de 1 a 0, sin términos intermedios: hoy te quiero, mañana no estaré seguro; hoy me como el mundo, mañana me hundo en mi infinitamente profundo pozo de mierda; hay que pensar en el futuro, la vida son tres días y la mayor parte de ellos te persigue un monstruo gigante que se te quiere merendar...
Volvemos al principio, a hacer lo que en nuestra supuesta libertad creemos que queremos hacer. Las cosas cambian si una bomba nuclear está a punto de estallarte en la tripa o si las mandíbulas de un spinosaurus se blanden sobre ti (ambas cosas están a la orden del día, id con cuidado).
La pregunta no se hace esperar: ¿de verdad has hecho lo que querías hacer? ¿Hasta qué punto no has hecho lo que los demás esperaban de ti que hicieras? ¿Cuánto de lo que has hecho ha sido porque querías hacerlo y cuánto porque había que hacerlo?
Repito, esto no significa necesariamente que sea algo malo. Siempre habrá quien utilice sus "poderes Jedi" para intentar hacerte bien (aunque acabe siendo contraproducente) y siempre quien quiera aprovecharse de ti (aunque acabe siendo contraproducente, irónica es la vida y complicada la programación).
Piensa un número del cero al uno. No me lo digas, guárdatelo para ti. Pero pregúntate por qué no has podido dejar de pensar en el cero o en el uno cuando te lo he planteado (no has pensado "madera" o "violeta", por ejemplo). Voy a hacer algo que nunca hace la gente a la que le da por trastear en el uso que le das a tu procesador. Voy a pedirte disculpas por entrometerme en tus pensamientos.
Larguémonos de aquí.
1 comentario:
Me vas a hacer enrojecer :#)
Estoy de acuerdo con que no es el fin de la evolución, no era el sentido que pretendía darle. Era más bien por constatar un "state of art" del desarrollo que hemos experimentado.
Sobre los psicólogos... supongo que sabes que pensé en ti cuando puse esa parte ;) Es cierto que procuráis que el cliente se sienta bien (por eso he querido remarcar muy bien que no es forzosamente malo meterse en el coco de otro), pero para ello hay que ayudarle a "encarrilar" sus líneas emocionales o de pensamiento hacia las apropiadas para conseguirlo. Esto en última instancia no deja de ser parecido a desensamblarle algunas líneas a su autómata y hackearlo ligeramente (o no tan ligeramente).
A más ver (y leer), gracias por confiar en Aeroblogs Marcianos.
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