27.11.05

Bike Girl (Esta mañana me he levantado...)

Perdonad la tardanza en escribir la crónica. A estas alturas post-viajeras aún estoy tratando de ponerme al día.
El título de la entrada es un homenaje a Pablo (a.k.a. Guybrush), cantante de Aquaplaning, por el título de una de sus estupendas canciones en las que cuenta una historia con una chica de Ámsterdam. En muchos momentos del viaje, me vino a la cabeza, así que abro la crónica con ella.

El viaje ya comenzó de forma más o menos sobresaltada: habían adelantado la hora del vuelo en 20 minutos, y la llegada al aeropuerto estuvo más o menos apurada. Después de esperar una cola enorme en la que casi empezaron a avisarnos por el nombre, volamos a través de algunas nubes hasta el aeropuerto de Ámsterdam. Mientras atravesábamos unas turbulencias y la intrépida Janina hacía con su abanico el viento suficiente como para acelerarnos a Match 2, una simpática niña inglesa nos obsequiaba con un melódico comentario: What a biiig cloooooooooooooooooooouuuuuuuuuuuuuud!
El capitán del vuelo nos dio la bienvenida a Holanda: con una temperatura de 11 grados y "buen tiempo" (a cualquier cosa le llaman ahora buen tiempo, aunque allí desde luego parece que lo era).
A la llegada, la primera en la frente: el asa de plástico de mi maleta, partida por un lado. Bueno, nada que no hubiera pasado antes (véase la crónica del viaje a Londres), nos podríamos apañar.
Comimos en un Burguer King (bastante comida y lo más importante, no tenía picante), y cogimos un tren a La Haya (en holandés, "Den Haag"), que nos tenía que dejar en la estación central. Como dicho tren sufría una bifurcación y no sabíamos qué línea nos llevaría al lugar correcto, mis compis preguntaron a un simpático señor inglés que no tenía tampoco ni idea del recorrido, y que dijo que nos seguiría a nosotros.
Cuando ya estábamos cerca del lugar de la birfucación, intentamos volver a preguntar a la gente del vagón si estábamos en el tren correcto. Mi mala suerte al preguntar si alguien sabía inglés, fue que el señor que dijo que sí y al que empecé a preguntar, resultó ser el mismo de antes, con el consecuente cachondeo general de mis compis. Para más inri, no había forma de que se me quedara en la cabeza "Den Haag", así que pregunté por "Haggen Daz", que era a lo que me sonaba. Ellos iban por tierra, fue muy divertido. Al llegar, alguien comentó "Haggen Daz, the land of the ice cream!".
Al llegar a La Haya, bastante cansados después de tantas horas de avión y tren, hicimos el "check in" del albergue (cerca de un piso muy discreto de color rosa y otro con ventanas en las que cada piso era de un color, y del "barrio rojo" local). En él nos timaron unos 20 euros por pagar cada uno de forma bastante poco organizada. A partir de entonces, hicimos una serie de botes para pagar las cosas conjuntas y evitar ese tipo de problemas.
En la habitación, hicimos (o nos hicieron) entrega de regalos de cumpleaños varios (nenas, tenéis que ver el nuevo look que llevo entre zapatillas y camisetas; con mis nuevas gafas sin montura estoy que arraso...). Un pequeño pollito que cantaba una canción indescifrable cuando lo apretabas hizo aparición en nuestra peculiar Compañía, y Ester, su dueña, lo bautizó Haggen. A partir de entonces, su meta en el viaje fue encontrar a Daz (supuestamente un musculoso y apuesto holandés). Luego dimos un pequeño paseo por la zona, viendo edificaciones muy modernas, catedrales, bibliotecas estupendas...
Cenamos de lo que compramos en un supermercado, "disfrutamos" de una "noche de ""salsa"" que preparaban los "holandeses" del "albergue" y a la mañana siguiente (después de familiarizarnos con los extraños formatos de váter holandeses) visitamos el museo de Escher (una pasada, no dejéis de haceros la foto chachi de «Mamá Museo» si váis, y hacer el paseo virtual con «Papá Museo»), comimos en un indo-pakistaní en el que fue imposible entendernos con los camareros (que sospecho que abrieron a propósito para nosotros, ya que allí los horarios de comida y cena locales son mucho más temprano), y acabaron trayéndonos algo de carne con las patatas más endiabladamente picantes que he probado en mi vida. Eso eran patatas bravas y lo demás tonterías. Me está picando la lengua sólo de recordarlo -en serio-.
Por la tarde intentamos visitar Madurodam, una especie de ciudad en pequeñito con algunos edificios y urbanizaciones más emblemáticos de Holanda, fundada por John Maduro (no es coña, los chistes estaban servidos). Pero, tras un larguíiiiiiiisimo paseo por un parque gigantesco a pie (en el que mi rodilla se vería gravemente resentida durante el resto del viaje), el lugar estaba cerrado. A las 6, Holanda cierra, a excepción de ciertos antros de mala re-puta-ción y exóticos y picantes sitios donde cenar.
Volvimos al albergue en tranvía (ya no había fuerzas para más), y decidimos volver a la mañana siguiente, antes de partir hacia Leeuwarden, para visitar a David Fernández (alias Mota), la excusa del viaje ;) Eso sí, volveríamos en tranvía también.
Al buscar un sitio para cenar, comprobamos que el tiempo era muy parecido al londinense, en paquetes de 15 minutos: lluvia, nubes, granizo, lluvia, nubes... Eso sí, allí la gente está tan acostumbrada que ni usa paraguas ni se amedrenta lo más mínimo a seguir yendo en bicicleta bajo el aguacero o la pedregada.
Entramos en una biblioteca superfashion para resguardarnos un poco y hacernos unas fotukis, y encontramos una cafetería cercana con muy buena pinta, buena comida y buenos precios donde cenar. Para colmo, el servicio de camarería era atractivo, y juraríamos que uno de los clientes llamó al camarero, musculoso y apuesto (y con un tatuaje en el brazo), por el nombre de "Daz".
De nuevo en el albergue, hicimos algunos intentos en vano de descifrar qué demonios cantaba Haggen (I don't wanna ¿wait? ¿wake up? tananana little thing; Nananana happy nananana for today). Luego fuimos a la "noche de karaoke", y... en fin, si alguien tenía problemas de autoestima a la hora de cantar, creo que se curó de espanto.
A la mañana siguiente, tras preparar las maletas y dejarlas en el servicio de maletas del albergue (jejeje, los diálogos con los recepcionistas no tuvieron precio: "One question!" -bola de paja rodando mientras el resto de la frase no llegaba- "No sé" -con mi mejor acento tejano- o "Hasta luego" -en perfecto español-), partimos hacia Madurodam con el pequeño Haggen.
«Holanda, el país donde Alicia es más grande todavía», podría ser un buen eslógan. Todos disfrutamos como enanos... o como gigantes, mejor dicho. Incluso Haggen, aunque hizo varios amagos de suicidio: en las vías del tren, lanzándose a una autopista, recogiendo caramelos de la fábrica de Mars (¿mi fábrica? Jejeje)...
Al volver no pagamos el tranvía. Ya les vale, allí casi nadie tica cuando hay mucha gente, y encima a la ida nos cobraron más que el día anterior a la vuelta. Llamadnos incivilizados españoles, pero es lo que hay.
Después, ¡hacia Leeuwarden! Fue genial ver de nuevo a un Mota, igual que siempre pero más curtido (y no me extraña, menudo frío), en el país de las bicicletas. Algo que me encantó de Holanda fue su iluminación poco contaminante y el uso racional de los medios de transporte. A la vuelta eché mucho de menos los carriles bici, los tranvías y muchísimos menos coches. Mota nos puso al día de cómo funcionaban las cosas por allí, que algunos habían acabado cayéndose a uno de los muchos canales que adornan la ciudad por ir demasiado pedos o fumados, que la beca Erasmus no es lo que era...
Como apenas habíamos comido (una especie de minipizza en la estación, por las prisas), le hincamos el diente con mucho gusto a las maxipizzas que trajeron.
Aquella noche mi rodilla no daba para más, así que me quedé terminando el libro de Anna Frank (para disfrutar más la visita a la casa en la que estuvo escondida en Ámsterdam). Los demás estuvieron de fiestorra por la ciudad, en un paseo a lo Verano Azul en bici (tampoco exento de algún incidente que terminó con un dueño cabreado y su bici defectuosa arrojada al canal).
La noche colchonetera fue poco descansada, y alguna de las colchonetas terminó completamente deshinchada y su usuario durmiendo casi en el suelo.
Al día siguiente, después de darme cuenta de que me había dejado el paraguas en el albergue de La Haya y de perder la funda de la cámara digital (con un memory stick de 64 MB con las fotos del viaje hasta el momento, menos mal que las había volcado la noche anterior en casa de Mota) en la cabalgata de San Nicolás y su paje Pedro el Negro (nota "patriótica": allí asustan a los niños malos con traerles a España...), comimos en un lugar encantador de tapeo. Un servicio impecable, una comida excelente, buenos precios, una pasada.
Por la tarde, estuvimos en un antro céntrico viendo un partido de fútbol (puajs) del Real Madrid vs Barcelona (yo miraba a los que miraban el partido de fútbol) y me di cuenta de que allí sí permitían la entrada de animales en los bares. De hecho, estuve jugueteando con un ¿mastín? de pelaje precioso y muy bien educado y simpático. Después, algunos se fueron al albergue con un cargamento de trufas amarihuanadas y los del grupo nos fuimos a cenar a un McDonalds. Allí, hubo otro incidente con una coca-cola derramada, y a todos nos sorprendió que «Papá McDonalds» le trajera otro refresco por la jeta a la accidentada, incluso prácticamente se disculpara como si hubiera sido culpa suya y se encargó de limpiar el estropicio en breves momentos. En España creo que habría sido muy inusual.
Después, noche de fiesta en un coffeeshop, un garito donde menos alcohol venden de todo lo bebible y fumable. Echamos unas partiditas al billar, descubrí que eso tampoco era lo mío y que Janina y Alicia se fugaban por las noches a antros de apuestas.
Al día siguiente, nuestros anfitriones (bueno, el Gran Javier Izquierdo con el delantal con la cutrehorterabandera de Leeuwarden propiedad de Mota) decidieron hacer una paella, que por cierto estaba de rechupete, y por la tarde embarcamos (o más bien entrenamos) rumbo a Ámsterdam, para la recta final del viaje. Me dio mucha lástima la despedida, y me gustó mucho conocer a los colgados de sus colegas vecinos (prácticamente, un guetto español en la versión holandesa de Chinatown).
En Ámsterdam, lo pasamos estupendamente tratando de descifrar y subir al tranvía adecuado que nos llevara al albergue. Ahora mismo no recuerdo si esta vez pagamos o también fue por la jeta, sólo sé que las máquinas expendedoras eran bastante retorcidas. Ah, y que casi es más fácil que te entiendan en castellano que en inglés.
Desempaquetamos los bártulos e hicimos la primera misión exploratoria de la ciudad. Cenamos en un chino (si ya es difícil entenderlos hablar en castellano, hacéos una idea en inglés: «Soly») que estaba muy bien de precio y comida, pero también picaba como una cosa mala.
Luego, fuimos en dirección equivocada durante un rato, hasta que empezamos a entender el mapa que nos habían dado en el albergue. Emprendimos dirección hacia el centro de Ámsterdam, y aún no sé muy bien cómo, para cuando nos dimos cuenta estábamos en pleno centro del Barrio Rojo. Aparte de escaparates de prostitutas y algo así como multinacionales de coffeeshops de marca Bullguard, el lugar tenía unas vistas de edificios y canales hermosísimas, e hicimos alguna que otra foto.
El plan para el día siguiente era visitar el museo de Van Gogh (mucho más fácil de preguntar que por el museo de Escher, donde tuve que explicar lo de la casita con las escaleras que nunca terminan...), la casa de Anna Frank y el museo de Heineken.
La suerte no estuvo de nuestro lado, ya que la visita al museo nos tomó demasiado tiempo (aunque personalmente me gustó mucho), así que comimos en un italiano (muy bien comidos, de nuevo) y pasamos el resto de la tarde comprando cositas (como ya he comentado, cierran casi todo a las 6, así que teníamos que darnos prisa). Ni vimos la casa de Anna, ni pudimos ir al museo de Heineken (que de todas formas, parece ser que en lunes está cerrado). Eso sí, compramos bastantes cosas e hicimos fotos muy divertidas.
Óscar (el hombre que patrocinaba Cuattro TV) fue muy amable al ofrecerse a pagarle a Ester algún viaje gratis que hiciera (¡así de entregado es él!). Una caña de tío :D
Y después de hacer una última cena de supermercado y cocina propia (tortilla de patatas power!), algunas visitas a los coffeeshops más variados, una noche breve y ajetreada y un viaje soñoliento al aeropuerto, el avión nos trajo de vuelta a un país donde no sabemos la suerte de sol que tenemos (en Holanda todo es bastante gris), y donde aún trato de ponerme al día con todo lo que tengo que hacer.
Afortunadamente, no nos atropelló ninguna bici ni ningún tranvía, pese a la facilidad pasmosa que teníamos para quedarnos parados en sus carriles o pasear por ellos (algún tranvía pasó peligrosamente cerca de la bolsa de la compra de Ester...).
Ah, en el aeropuerto acabaron de doblar los hierros de las asas de mi maleta...
Más sabio sobre el mundo y sobre mí mismo, y más cansado y deteriorado, el ya no tan joven Emilio Jones termina esta crónica. Espero no haberme dejado muchas cosas. ¡A tope sin drogas!

14.11.05

Pospuesto el Día del Juicio Final (Esta mañana me he levantado...)

Y hacía frío, sí. Y llovía.
He pasado la mañana con una lucha titánica para aplacar mis nervios, que ha tenido su apogeo cuando he visto que los que iban antes que yo, salían en un cuarto de hora sin mayor repercusión que un carillo bastante hinchado.
Además, hablando antes con la enfermera, me ha dado "consejos de la abuela" para la operación (como la elección de guisantes congelados, que se ajustan mejor al contorno de la mandíbula, o el uso de agua hervida con sal como sustituto del enjuague bucal).
Cuando me ha tocado el turno y le he preguntado mis cuestiones sobre el viaje a Ámsterdam al cirujano, muy majete él me ha dicho que por las complicaciones que pudieran haber, y sobre todo porque no es plan de ir a Ámsterdam y pasarse todo el viaje más pendiente de la herida que del viaje, me postponían la operación para enero y que me lo pase bien. Encima, me ha contado alguna anécdota de cuando él fue. Ha sido divertido, y además me ha gustado mucho "conocerle" y ver el lugar donde se llevará a cabo la breve masacre. Creo que me ha tranquilizado mucho más que nada de lo anterior :D
Pues eso, dentro de dos meses, si no nos hemos matado en el avión (cosa que me vendría bien para ahorrarme el trago), os vuelvo a dar la tabarra con el tema ;)
¡Gracias a todos por el apoyo y los ánimos!

13.11.05

La Muela del Juicio Final (Mañana me levantaré...)

Probablemente, la extracción de muelas sea una de las más repetidas operaciones de la historia del hombre. Todos habremos visto esas películas de vaqueros en las que se ponían hasta el cuello de cualquier licor fuerte para soportar el dolor de la extracción. Unas grandes tenazas y cuatro tirones, sangre a borbotones y una muela con raíces del tamaño de Liberty Island solían ser los elementos de dichas escenas.
Mañana, después de miles de años perfeccionando la técnica, servidor de ustedes va a pasar por un trance que poco ha dejado atrás su aparatosidad. Habrá algo similar a unas grandes tenazas, unos cuantos tirones, sangre a borbotones y una muela con raíces del tamaño de Liberty Island.
Me pregunto por qué no hemos desarrollado una técnica mucho menos invasiva para solventar este tema. Yo qué sé, alguna sustancia que disuelva el esmalte, nanotecnología o algo.
Encima las cochinas muelas no sólo no quieren salir, sino que están bastante tumbadas.
Veremos si el miércoles estoy en condiciones de poder ir al viaje que tenía previsto para Ámsterdam...

Me gustaría preguntarles a los partidarios del "diseño inteligente" qué tiene de inteligente ponernos piezas dentales que no pueden salir. O ya puestos, que algo tan natural como la regla tenga tan puteadas a muchas. Iba a decirle yo cuatro cosas al diseñador de pacotilla ése.

Rezad al Monstruoso Espaguetti Volador por mí. Mañana os cuento...

11.11.05

Blandiblue (La semana pasada me levanté, y vaya si hacía frío...)

Zárágózá es la única palabra en castellano que se acentúa en todas sus sílabas. Ésta es la crónica del reciente viaje a dicha capital para asistir a las jornadas

Blendiberia 2005

Hecha la maleta, cojo el tren que me llevaría desde Nules a Sagunto. Desde allí tendría que tomar el regional a Zaragotham (cerca de Huesconsin) en el que me acompañaría Pepius (que a su vez sería acompañado por mí mismo).
Cinco horas de viaje dieron para mucho: puesta al día en algunos temas, lectura de revistas varias, alguna cabezadita, un vistazo a la nueva generación de consolas e incluso tiempo para adelantar algo de trabajo de la Universidad.
Llegamos al lugar, apreciando un significativo descenso de las temperaturas. Después de preguntar a un par de seguridad, llegamos a la parada de autobús que supuestamente nos tendría que dejar en el campus donde se celebraba el invento. El autobús era el 42 (número fácilmente recordable por motivos obvios).
Media hora y una llamada después, nos percatamos de que hemos llegado al campus equivocado: estamos en la politécnica de ingeniería, y debíamos haber ido a la de geológicas. Como a estas alturas ya son las 15, aún no hemos comido y a las 17 dará comienzo el evento, comemos en la cantina donde los oriundos me informan que mejor servicio dan.
En una de esas estrambóticas fusiones espaciotemporales que sólo el Gran Programador comprende, me encuentro inesperadamente con mi tocayo, compatriota y coetáneo colega Emilio, que según la versión oficial, estaba de entrevista de trabajo. Claro, y yo iba dos días a unas charlas sobre un programa de 3D, no te jode...
Hice como que le creía, y tras recibir instrucciones de Klópes (nombre en clave de una supercomputadora con cierto aire a Neo pero hecha con Lego -estos zaragozanos son mu brutos mu brutos-), tomamos el autobús 24 con destino al campus correcto.
Después de volver a pasar por el Ebro y rellenar un par de garrafas que los dos activistas valencianos llevamos preparadas (tacita a tacita...), nos encontramos con grato alivio a la entrada del edificio de Geológicas de la Ciudad Universitaria. Exactamente, debajo de una palmera con una extraña mutación genética que le confería forma de palmera.
Tras los irreverentes saludos de rigor, presentaciones de las nuevas caras y un par de fotos, corre el rumor de que el hostal en el que nos hospedábamos venía a ser algo así como la versión góticokafkiana de la casita de pin y pon. Para colmo, estaba situada delante del sex shop más antiguo de la ciudad (según cuenta la leyenda, primero construyeron el sex shop, después el hostal, y más tarde se fue edificando lo que sería la Zárágózá que hoy conocemos todos).
Lo que más yuyu me dio realmente, fue la historia acerca de la petición de ayuda en recepción para poder abrir algunas puertas. La frase "Tú mete y tira, mete y tira" por parte de una chica rusa en recepción daría mucho que hablar...
Al preguntar sobre el aula del evento de las jornadas Blendiberia en la conserjería del edificio, la respuesta fue un "¿Jornadas de qué? ¿Blandiblue?".
Las jornadas del año siguiente (corre por internet el rumor de que serán en Ciudad Real) quedaron automáticamente rebautizadas.
La primera charla la dio un chico muy dinámico y fluido, compañero de Klópes, que había realizado un estudio acerca de nuevas aproximaciones a la resolución de sistemas de simulación por elementos discretos.
Aquello acababa de empezar, y ya se palpaba la alteración de midiclorianos en el ambiente. Conocimos los trabajos de Delaunay y Voronoi, y desde entonces nos referiríamos con este nombre a la rusa del hostal.
La segunda charla de la tarde, a cargo de Klópes, trataba acerca de fractales (¡ARfs!), algunas de sus características y algunos de los parámetros que Blender utiliza internamente para calcular algunos materiales. Hizo una pequeña demostración de su script Terrynoise (y de cómo programa un experimentado matemático: si no funciona, coméntalo) para modificar el relieve de una malla de forma que pueda simular terrenos. El público no podía contener su emoción y empezaron a lloverle bragas y demás lencería interior (¡Este año tuvimos récord de mujeres! ¡3!).
Para rematar la tarde, el ínclito Notxor nos pegó a los asientos con su charla acerca de la psicobiología de la percepción visual: por qué vemos como vemos, cómo funcionan algunos de los efectos visuales de los que recibimos en "forwardings" de correos, cómo ven otras especies animales, particularidades de la luz, de nuestra evolución...
Acabamos hacia las ocho, y con permiso del viento racheado buscamos un lugar para cenar. Terminamos en un restaurante donde la calidad de la comida era equiparable a la de los comensales. Separados en mesas de cuatro (aunque "exiliaron" a Notxor y Jandro a las mesas de la entrada por estar solos en la suya), charlamos sobre películas (en nuestra mesa) y vaya usted a saber de qué en las otras.
La edad no perdona, y mientras otros fueron a dar una vuelta por los antros del lugar, los más mayores de espíritu decidimos enfrentarnos con el Hostal Maldito.
De esta etapa del viaje sólo diré una cosa: a las nueve de la mañana del día siguiente, 14 de los 18 blenderadictos que se hospedaban allí, se fugaron en masa hacia un hotel donde no tuvieran (entre otras cosas) que cabalgar el minirretrete de lado por estar pegado a la pared.
La desbandada tuvo consecuencias: hizo recuperar la actividad a un zombie del lugar, que insistía en que pagaran la noche que habían reservado y no iban a usar, y no sé muy bien por qué, la dueña del lugar parecía haberse quedado con mi nombre (¡si yo era de los que me quedaban!). Tuvo otra consecuencia secundaria, pero mi colega de habitación y yo no lo averiguaríamos hasta esa noche...
La primera tanda de charlas del día siguiente comenzó a cargo de Magaly y versaba acerca de la traducción de la documentación de Blender que se está llevando a cabo. Además de comentar bastante informalmente los aspectos de su vida que le llevaron al mundo de linux, de Blender y de su documentación, también empezó a ejercitar el conocido "Live Browning" acuñado en la edición anterior de las jornadas.
Mientras el inefable Javier Belanche intentaba que el linux del Mac se llevara bien con el proyector, 8tintin nos puso al día con las novedades en el sistema de animación de Blender: huesos, envolventes, controladores, drivers, claves, todo lo que siempre quiso saber y nunca supo a quién preguntar acerca de la cinemática.
Hicimos un pequeño alto para atender ese feo vicio que algunos aún tenemos. De nuevo nos escindimos en subgrupos (es muy difícil cuadrar gustos de 18 personas, y no digamos de 18 blenderheads) y el nuestro fue a parar a una bocatería en la que, por un módico precio, llenamos las tripas de unos estupendos bocatas.
Después, dimos un pequeño paseo para conocer uno de los lugares que todo friki que se precie debe conocer de Zárágózá: Freakland. Sobran las palabras.
Volvemos a la carga, y Morcy nos habla del estado de los tres proyectos que lleva entre manos: una visita virtual a un recinto hospitalario (cualquier excusa es buena para ponernos los dientes largos sobre el equipamiento de la Universidad de Oviedo del que disponen para renderizar), el Moskis3D (la adaptación para Blender del genial sistema intuitivo de modelado Teddy) y el YAFRID, un proyecto similar al SETI pero para prestar tiempo de cálculo de nuestras computadoras para ayudar a la gente que necesite renderizar, mediante un interfaz web muy completo a la vez que sencillo. Francamente, impresionante.
Y no menos impresionante fue la charla de Jandro, el creador del motor de render fotorrealista Yafray. Le preguntamos si venía a hablar del Game Engine, y nos contestó que al final de la charla hablaría del Game Engine de Blender. Después, empezó a contarnos el estado del arte de Yafray, la problemática de la iluminación de ciertas escenas, el tope que le ve al sistema actual y la necesidad de empezar desde cero con otra perspectiva: Fry.
Para los que se lo pregunten, Yafray viene de "Yet Another Free RAY-Tracer". Fry viene de un personaje de Futurama.
Después de hacernos una demostración de esta nueva versión del motor, finalizó la charla diciendo "Y Blender tiene un Game Engine". Sublime :D
Y por fin, el famoso escuadrón de la muerte formado por Javier Belanche, 8tintin y Edu nos habló de su proyecto de llevar al "3D" (es un decir, enseguida veremos por qué) el cómic de Max Andersen titulado Car Boy.
Buscando un punto de vista distinto del convencional, han acabado renunciando al 3D para los personajes (Car Boy, el niño con cabeza de coche, y Tractor Girl, la niña con cabeza de tractor). En su lugar, han escaneado dibujos de los mismos pintados con acrílicos y animados en 2D, con un estilo que roza el de South Park. Los decorados, aunque tienen más de 3D, siguen una estética parecida. Pero lo realmente impactante viene en el tratamiento de los "espacios cerrados", en los que han preferido integrar cosas reales: por ejemplo, en lugar de usar un modelo 3D de una de esas esferas de nieve con un motivo dentro, enviaron el modelo a que lo reprodujeran en la realidad, le enviaron la maqueta al creador del cómic para que la pintara a su gusto, y montaron y grabaron el betacam el artilugio para después integrarlo. Y en una secuencia, Car Boy aparece jugando a un juego de spectrum (su propio juego) en la tele, así que...
Sí, lo que estáis imaginando. Aún no he terminado de asimilarlo...

Salimos de allí medio conmocionados (o totalmente conmocionados), y nos dirigimos al hostal (los que continuábamos allí) antes de ir a cenar. Al llegar, nos encontramos con una escena tétrica: un hombre mayor, con una brecha en la cabeza y un reguero de sangre coagulada bajándole hasta la barbilla, le dice al dueño con un tono entre lastimero e indiferente: "Entonces, ¿me vais a dar de cenar?".
Segundos tensos de silencio entre los presentes. Al final el dueño dice un "vale, va" y el hombre se dirige al comedor, mientras nos dan las llaves y subimos sin mirar atrás...
Esa noche pensamos en atrancar las puertas de la habitación.
Al llegar a la misma, nos encontramos con la "sopresa". No sabemos muy bien si era un obsequio a la fidelidad, o una forma sutil de decirnos "maricones, que os den por el culo", pero en la mesita hicieron acto de presencia un par de preservativos. Incredulidad, cruce de miradas, y un par de fotos sexys para dejar constancia del hecho durante la cena.
En este caso, el organizador Klópes (al que aún buscan los ninjas asesinos de Belanche por lo del hostal) había propuesto y reservado sitio en un conocido lugar de Zaragotham, en el que se cenaba de tapeo y había mucho ambiente y animación. Al llegar allí y ver a tres grupos de mujeres celebrando sendas despedidas de soltera a grito pelado, la mayoría se rajaron.
Decenas de mujeres solitarias y dan media vuelta y se van, desde luego...
Acabamos cenando pasta y similares en un restaurante, divididos en dos mesas grandes. Tratamos temas de astrofísica, topología, biología, etología, defensa personal, parecidos razonables, confusiones, hipnosis, neurología, lógica difusa... lo típico.
A estas alturas, sólo quedaba una mujer en el grupo (¡aún no me explico cómo demonios hicimos para perder a Megacat!), que también acabamos perdiendo (al igual que a gran parte del grupo) entre bar y bar (de todos los estilos: gótico, alternativo, ...). Tienen estupendas paredes en Zárágózá.
Los más intrépidos terminamos charlando delante de algunas Sputnik (una marca excelente de cerveza con vodka que no he visto comercializada por aquí, una lástima). Luego al hostal, cubriéndonos las espaldas, y al día siguiente... se acabó la fiesta.
Adormilado en el coche de Papius (el padre de Pepius), más contento, más sabio y más friki, hacía repaso de los grandes momentos, las personas que he conocido (ha sido un gusto enorme poner caras a esa gente tan especial) y las grandes ausencias.
Los presentes: Supertorpe, Damiles, ElFiti, Lordloki, Koex, Edu, Klópes, Leander (¡igualito que como me lo imaginaba!), Magaly, Belanche, ElGordo (contra todo pronóstico, ¡está hecho un fideo!) Jandro, DJ Fight, Pepius, Megacat (¡megamiau!), Taz, Morcy, David, Edu, 8tintin, Pinucset Bros, y un par que pasaban por allí.
Los ausentes: Caronte, Anexus, BitSpawn, LuisF, Dvd, Shazam, Chronoh y el resto de blenderadictos del mundo.

Para Zona Lunar: grrrrrr, el año que viene te arrastro a Ciudad Real, y te lo pongo por escrito para que luego no digas que no recuerdas que te haya invitado :-P

Las fotos en breve ;)