Esta mañana me llamó otra vez. Desde la cama en la que él le hace el amor por las noches. Desde la cama en la que la besa y la abraza, y le promete que le quiere.
Me ha vuelto a llamar, decía. Él se va pronto al trabajo, sigiloso, sin beso de buenos días. Ella se despierta más tarde y se encuentra sola, como de costumbre.
Sabe (o cree) que yo siempre estoy para ella, y por eso me llama. Pero yo no sé qué decirle mientras abro la boca y hablo. Sólo me vienen las palabras que describen los sentimientos de injusticia e impotencia cuando ya he colgado.
Puede que mañana se lo diga, o puede que la siga dejando soñar con su realidad, en la que nadie sufre por ella. Puede que mañana ya no llame. Puede que ya no esté para ella.
Los dos pecamos del delito de quererlo todo. Total, para no tener nada: ni yo su corazón ni ella mi compañía.
Como de costumbre, dejo que el agua de la ducha encubra mis lágrimas. No quiero darme cuenta de que vuelvo a llorar por ella.
Me ha vuelto a llamar, decía. Él se va pronto al trabajo, sigiloso, sin beso de buenos días. Ella se despierta más tarde y se encuentra sola, como de costumbre.
Sabe (o cree) que yo siempre estoy para ella, y por eso me llama. Pero yo no sé qué decirle mientras abro la boca y hablo. Sólo me vienen las palabras que describen los sentimientos de injusticia e impotencia cuando ya he colgado.
Puede que mañana se lo diga, o puede que la siga dejando soñar con su realidad, en la que nadie sufre por ella. Puede que mañana ya no llame. Puede que ya no esté para ella.
Los dos pecamos del delito de quererlo todo. Total, para no tener nada: ni yo su corazón ni ella mi compañía.
Como de costumbre, dejo que el agua de la ducha encubra mis lágrimas. No quiero darme cuenta de que vuelvo a llorar por ella.
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