Provocó un escape de berilio con toda la malicia del mundo. Algunos, alicaídos, pedían auxilio; muchos otros le encontraban aliciente al exilio. Los dos miembros del concilio que disfrutaban de un idilio con delicia, saboreaban cada caricia como si fuera la última.
¡Bebe, bebe! Ay, no, esto no va aquí, qué torpe...
¡Bebe, bebe! Ay, no, esto no va aquí, qué torpe...
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