25.3.05

Red Planet's Blues [3]

Aquella noche la había llevado a cenar a un lugar tranquilito, cerca de la playa. Al ser principios de primavera, no había mucha gente. Había estado pensando en lo que supone tomar una decisión, en que el futuro siempre parece un lugar mejor en el que tomarlas (el mes que viene dejo de fumar, el curso que viene me busco un trabajo, el año que viene me independizo). Había pensado también que el tiempo de pensar en hacer algo es tiempo que pierdes en no hacerlo. Que sería mejor dejar de postponer lo que hay que hacer y, simplemente, ejecutar la decisión tomada cuanto antes.
Ella estaba preciosa: con una leve sombra de ojos azul que resaltaba aún más la claridad felina de su mirada, con su piel lisa y agradable, con la sonrisa de felicidad con que le había venido obsequiando durante sus tres años de relación.
«Tres años, esa fecha fatídica para tantas otras parejas», pensó mientras tomaba aire y decidía comenzar lo que había que hacer.
—Cariño... tenemos que hablar.
—Claro —contestó sin perder la sonrisa—. ¿Ocurre algo?
—Sí —respondió él poniendo el semblante serio. Ella también enserieció.
Él tomó un sorbo de la copa, para mojarse la boca. Ella notó que sus manos temblaban ligeramente. Algo en su estómago se revolvió, algo no andaba bien.
—Verás... llevo un tiempo pensando que no puedo seguir así, no quiero seguir siendo tu novio.
Se hizo el silencio durante unos instantes. Ella sabía lo que había oído, pero le costaba procesar su significado real. Durante todo el tiempo que habían pasado juntos la vida le había parecido el Paraíso en la tierra: complicidad total, amor sincero, ningún secreto —o eso quería pensar ella—, ternura, magia, diversión, todo en una mezcla perfecta. Habían tenido alguna época mala, como todas las parejas, pero la base tan sólida sobre la que habían construido la relación les había permitido salir adelante siempre, reforzándoles aún más si cabe. Y si ahora él decía que lo suyo no iba a continuar... sabía cómo era él, sabía que lo habría pensado en profundidad, evaluando todas las alternativas y tomando la que sintiera más adecuada. No tenía sentido tratar de disuadirle de su decisión, seguramente era definitiva. El vértigo de la palabra "nunca". Pero seguía sin saber por qué él no le había dicho nada antes, por qué no le había comentado sus temores o sus dudas o su pérdida de amor. Todo esto lo sentía en lo hondo de su corazón como una falta de confianza tremendamente dolorosa. De forma que no había nada que hacer, tan sólo preguntarle el motivo de esa decisión.
Tomó aire, sus preciosos ojos se humedecieron, y con una voz apagada y temblorosa dijo:
—¿Por qué?
La mirada de él se iluminó. La pregunta llegaba justo a tiempo, tal y como lo había planeado. Sonrió. Se levantó de la mesa, se arrodilló junto a ella, le cogió sus manos, frías y temblorosas, y mientras sacaba un anillo del bolsillo de su camisa, le respondió:
—Porque necesito asegurarme de que no me vas a dejar nunca, mi vida; no puedo permitir que pierdas tu bonita sonrisa. ¿Me dejas ser tu marido?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

WaW

Anónimo dijo...

Me ha entrado un escalofrío por todo el cuerpo empezando por la nuca, snif... lo vuelvo a leer y me vuelve a pasar. Y ahora me pasa con solo recordarlo... Será que estoy muy sensible o que tu texto es demasiado bueno y ambas cosas :P