Así que seguía pensando: «Si no puedo encontrar lo que busco, el siguiente nivel en el que tendría que buscar sería en un rango de edad de aproximadamente veintiséis años. Pero, ¿y si hay una exactamente en mi misma situación que piensa lo mismo? ¿Cómo encontrarla?».
Es un tema complicado, porque en principio parece que necesito mucho: una mujer que escriba bien (lo suficiente como para poder corregirme a mí, es decir, rozando la pedantería quisquillosa extrema), que le guste leer pero su parte de ciencias esté muy desarrollada, que sea creativa y plasme esa creatividad de alguna forma, que tenga sentido del humor y simpatía, que pueda ver de alguna forma allá donde otros no llegan, que sea capaz de hacerme sonreír cuando menos ganas tenga pero que también pueda aportarme la sensatez que necesito a veces; si es música y le gustan las artes gráficas ya sería la bomba. Que no reniegue de sus perversiones, pero que sean vicios sanos. Que tenga ese punto friky para poder hablar de cualquier cosa con ella. Que mantenga un punto de inocencia e ilusión en su corazón. Me basta con un físico normal, con que no necesite llevar careta para salir a la calle. Eso sí, que cuando sonría se pueda leer en sus ojos el secreto de la Armonía del Universo.
Una vez pedí algo así, y me dijeron que era imposible, que bajara el listón. Ya son dos las Maravillas con las que me he topado, pero el niño que encaja las piezas de nuestras vidas parece jugar a acoplar a puñetazos algunas que no acaban de casar. Tal vez cuando se haga mayor rehaga el puzzle y ponga juntas aquéllas que están hechas para estar juntas, y tal vez no.
En fin, como me parece difícil encontrar a esa Maravilla en una discoteca (en parte porque también preferirá charlar con calma con los dos o tres colegas de confianza, o la tranquilidad del sofá de casa con una película alquilada y un masajito relajante, con caricias en el cuello), si alguien la conoce, que le diga que la espero.
Ahora a soñar. Tal vez la encuentre allí... y tal vez no. Hoy las lunas estaban preciosas.
Un besote para todas aquéllas que conozco que, sin ser la chica Maravilla, no dejan de ser chicas Fantásticas.
Es un tema complicado, porque en principio parece que necesito mucho: una mujer que escriba bien (lo suficiente como para poder corregirme a mí, es decir, rozando la pedantería quisquillosa extrema), que le guste leer pero su parte de ciencias esté muy desarrollada, que sea creativa y plasme esa creatividad de alguna forma, que tenga sentido del humor y simpatía, que pueda ver de alguna forma allá donde otros no llegan, que sea capaz de hacerme sonreír cuando menos ganas tenga pero que también pueda aportarme la sensatez que necesito a veces; si es música y le gustan las artes gráficas ya sería la bomba. Que no reniegue de sus perversiones, pero que sean vicios sanos. Que tenga ese punto friky para poder hablar de cualquier cosa con ella. Que mantenga un punto de inocencia e ilusión en su corazón. Me basta con un físico normal, con que no necesite llevar careta para salir a la calle. Eso sí, que cuando sonría se pueda leer en sus ojos el secreto de la Armonía del Universo.
Una vez pedí algo así, y me dijeron que era imposible, que bajara el listón. Ya son dos las Maravillas con las que me he topado, pero el niño que encaja las piezas de nuestras vidas parece jugar a acoplar a puñetazos algunas que no acaban de casar. Tal vez cuando se haga mayor rehaga el puzzle y ponga juntas aquéllas que están hechas para estar juntas, y tal vez no.
En fin, como me parece difícil encontrar a esa Maravilla en una discoteca (en parte porque también preferirá charlar con calma con los dos o tres colegas de confianza, o la tranquilidad del sofá de casa con una película alquilada y un masajito relajante, con caricias en el cuello), si alguien la conoce, que le diga que la espero.
Ahora a soñar. Tal vez la encuentre allí... y tal vez no. Hoy las lunas estaban preciosas.
Un besote para todas aquéllas que conozco que, sin ser la chica Maravilla, no dejan de ser chicas Fantásticas.
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