Un día le preguntó por qué le llamaba a él, en lugar de al otro. Su respuesta le resultó obvia: porque él siempre estaba dispuesto a hablar con ella.
Se encogió de hombros, se dio por conforme y ambos siguieron sus caminos. No tuvo el valor de preguntarle a quién llamaría cuando ya no estuviera.
Se encogió de hombros, se dio por conforme y ambos siguieron sus caminos. No tuvo el valor de preguntarle a quién llamaría cuando ya no estuviera.
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