8.5.05

La última visita (Esta mañana me he levantado...)

Hace más de un año de esto, pero guardo el recuerdo como si aún estuviera allí, en la habitación de mis abuelos, acompañado de los familiares que habían venido a visitarlo desde Melilla (su tierra natal). Era la hora de marcharse; el hermano y el primo de mi abuelo, cada cual con su progresivo deterioro físico, se despedían de él, también bastante desmejorado.
No era una despedida cualquiera: los tres sabían que era muy probable que fuera la última vez que se iban a volver a ver. Las lágrimas, ya de por sí tristes en cada despedida, adquirían un sabor mucho más amargo. Ésta no era una despedida más; era la despedida.
Mi abuelo murió pocas semanas después. Sigo echando de menos la alegría andaluza que le insuflaba a la vida, incluso en sus peores momentos, y sigo encontrando reflejadas en mí las trazas del artista que llevaba por las venas.
Casi nunca sabemos con certeza si una despedida será la última. No sé si es una maldición o un regalo.

1 comentario:

Bridget dijo...

Un regalo, de otra forma hay personas que no podríamos decir adiós nunca. Hacía tiempo que no pensaba en ello, puede que mañana no quiera despedirme de nadie o me cueste más...