Visto de alguna forma, representamos una de las escalas de la fractalidad del Universo. Si nos paramos a pensarlo un poco, presentamos una evolución metonímica con las estrellas y planetas.
Cuando nacemos (de un polvo cósmico, jeje), apenas somos pequeñas masas errantes que se dejan arrastrar por lo que hay a su alrededor. Poco a poco, nuestra propia atracción va añadiendo material a nuestras vidas. Crecemos. Nos hacemos más y más grandes, y seguimos girando alrededor de otros centros. Quizá en algún momento dado nos alcance un cuerpo algo más grande de lo normal, y nos rompa un poco. Quizá nos rompa mucho, o incluso termine por deshacernos completamente.
Si hay suerte y hemos desarrollado una pequeña atmósfera que nos proteja, el tiempo mismo se encargará de erosionar esos daños, dejando quizá alguna cicatriz testimonial de que una vez nos golpearon.
Algunos siguen creciendo, y se convierten en fenomenales gigantes (o incluso supergigantes) de gran energía. Otros, desgraciadamente, crecen tanto que terminan colapsando sobre sí mismos y se convierten en despiadados agujeros negros que arrastran y capturan todo lo que tienen a su alcance.
Y mientras tanto, todos los demás actores de esta función van girando a su alrededor. Aunque comiencen como individuos solitarios, poco a poco van formando congregaciones locales; más tarde, atraparán a otros individuos, o serán atrapados por alguna masa más grande. Conforme nos alejemos del tamaño de esta escala, podremos ver cómo se van formando galaxias y cúmulos, grupos con propiedades más o menos homogéneas, grupos que nos parezcan exóticos, etc. Finalmente, con un pequeño salto más, podemos ver todo el Universo de la Humanidad, enclaustrado en un sólo planeta acuoso.
Como en el Universo, son tremendas las fuerzas que se pueden desatar, dado que estamos en constante ebullición: cuerpos que chocan, individuos que salen disparados de sus órbitas, atracciones que cambian, supergigantes que mueven el mundo y agujeros negros que, a fin de cuentas, también mueven el mundo. Todos en constante evolución, todos moviéndose con una cierta armonía.
Se formarán sistemas binarios nuevos, alrededor de los cuales comenzará de nuevo toda la historia. Y, envolviéndolo todo, una cantidad ingente de materia oscura de la que nada conocemos. Podremos predecir algunos movimientos, tener fe en una ciencia que es más cautelosa de lo que pretendemos, pero al final todo es y será un caos, y la entropía podrá con todo: supergigantes desapareciendo en supernovas, agujeros negros desolados y empequeñecidos sin materia que consumir, energía derrochada por doquier, y mucho vacío sin ocupar entre individuo e individuo, galaxia y galaxia.
Visto de alguna forma, representamos una de las escalas de la fractalidad del Universo. ¿No le habéis dicho nunca a nadie que es un sol, la estrella que te guía, la luna de tu cielo, u os habéis sentido eclipsados, atrapados o en medio de la nada más absoluta?
Cuando nacemos (de un polvo cósmico, jeje), apenas somos pequeñas masas errantes que se dejan arrastrar por lo que hay a su alrededor. Poco a poco, nuestra propia atracción va añadiendo material a nuestras vidas. Crecemos. Nos hacemos más y más grandes, y seguimos girando alrededor de otros centros. Quizá en algún momento dado nos alcance un cuerpo algo más grande de lo normal, y nos rompa un poco. Quizá nos rompa mucho, o incluso termine por deshacernos completamente.
Si hay suerte y hemos desarrollado una pequeña atmósfera que nos proteja, el tiempo mismo se encargará de erosionar esos daños, dejando quizá alguna cicatriz testimonial de que una vez nos golpearon.
Algunos siguen creciendo, y se convierten en fenomenales gigantes (o incluso supergigantes) de gran energía. Otros, desgraciadamente, crecen tanto que terminan colapsando sobre sí mismos y se convierten en despiadados agujeros negros que arrastran y capturan todo lo que tienen a su alcance.
Y mientras tanto, todos los demás actores de esta función van girando a su alrededor. Aunque comiencen como individuos solitarios, poco a poco van formando congregaciones locales; más tarde, atraparán a otros individuos, o serán atrapados por alguna masa más grande. Conforme nos alejemos del tamaño de esta escala, podremos ver cómo se van formando galaxias y cúmulos, grupos con propiedades más o menos homogéneas, grupos que nos parezcan exóticos, etc. Finalmente, con un pequeño salto más, podemos ver todo el Universo de la Humanidad, enclaustrado en un sólo planeta acuoso.
Como en el Universo, son tremendas las fuerzas que se pueden desatar, dado que estamos en constante ebullición: cuerpos que chocan, individuos que salen disparados de sus órbitas, atracciones que cambian, supergigantes que mueven el mundo y agujeros negros que, a fin de cuentas, también mueven el mundo. Todos en constante evolución, todos moviéndose con una cierta armonía.
Se formarán sistemas binarios nuevos, alrededor de los cuales comenzará de nuevo toda la historia. Y, envolviéndolo todo, una cantidad ingente de materia oscura de la que nada conocemos. Podremos predecir algunos movimientos, tener fe en una ciencia que es más cautelosa de lo que pretendemos, pero al final todo es y será un caos, y la entropía podrá con todo: supergigantes desapareciendo en supernovas, agujeros negros desolados y empequeñecidos sin materia que consumir, energía derrochada por doquier, y mucho vacío sin ocupar entre individuo e individuo, galaxia y galaxia.
Visto de alguna forma, representamos una de las escalas de la fractalidad del Universo. ¿No le habéis dicho nunca a nadie que es un sol, la estrella que te guía, la luna de tu cielo, u os habéis sentido eclipsados, atrapados o en medio de la nada más absoluta?
3 comentarios:
Qué bonito. En serio.
Gracias. Pensaba ponerle un lacito de "Espero que te mejores", pero quedaba muy cursi :)
Cuídesemele, y aún me debes una entrada.
Polvo de estrellas
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