Recorro en la madrugada un camino de tierra, encharcado por la reciente lluvia y bordeado por huertos de naranjos a ambos lados; las luces largas del coche rebotan en los charcos, y se hunden entre las hojas formando un caleidoscopio de sombras, colores y luces en constante animación. Es una sensación hipnótica y a la vez mareante, un espectáculo que lamento disfrutar a solas...
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