Rubia y con los ojos castaños, ligeramente más alta que él. Moreno y con barbita de un par de días, y su mano en la espalda de ella.
A veces era la nariz de él la que se dirigía hacia la oreja de ella, resbalando por su mejilla hasta alcanzar su cuello. Otras eran los labios de ella, que aterrizaban sobre el hombro de él y se acercaban hasta la base del cuello.
A veces hablaban, no sé de qué, con sonrisas y caras serias y provocativas; pero hablaran o no hablaran, lo increíblemente impresionante eran sus miradas: buscaban los ojos del otro, se clavaban en lo más profundo de sus almas, y estaban perfectamente allí.
Luego se besaban, o se abrazaban, o seguían con sus juegos de caricias suaves. O seguían bailando, conectados por la mirada.
Qué sencillo, y qué hermoso. Era bonito verlos queriéndose así, sin más, sin tapujos.
A veces era la nariz de él la que se dirigía hacia la oreja de ella, resbalando por su mejilla hasta alcanzar su cuello. Otras eran los labios de ella, que aterrizaban sobre el hombro de él y se acercaban hasta la base del cuello.
A veces hablaban, no sé de qué, con sonrisas y caras serias y provocativas; pero hablaran o no hablaran, lo increíblemente impresionante eran sus miradas: buscaban los ojos del otro, se clavaban en lo más profundo de sus almas, y estaban perfectamente allí.
Luego se besaban, o se abrazaban, o seguían con sus juegos de caricias suaves. O seguían bailando, conectados por la mirada.
Qué sencillo, y qué hermoso. Era bonito verlos queriéndose así, sin más, sin tapujos.
1 comentario:
Es que las cosas suelen ser así, sencillas. Otra cosa es que nos empeñemos en verlas de 3457 maneras distintas cuando la verdad está ahí...
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