27.5.19

A cara o cruz


–Mire, trabajo en investigación neurológica y puedo asegurarle que no existe tal cosa como la libre elección. Nuestros trabajos muestran que, en un momento concreto, nuestra respuesta ante un estímulo dado está predeterminada por nuestra configuración en ese momento en base a nuestras experiencias previas. ¿Sabía usted que una mujer que perdió temporalmente la capacidad de almacenar nuevos recuerdos por un accidente pasó casi diez horas repitiendo la misma conversación una y otra vez con su hija? Somos seres racionalizadores, no racionales, que autojustifican las decisiones que indefectiblemente iban a tomar. No somos más que un cableado complejo que escupe los mismos resultados ante los mismos eventos de entrada, amigo.
–No soy su amigo.
–Como quiera –titubeó–. Lo que quiero decirle es que ni siquiera el uso de esa moneda que pretende hacer servir como elección azarosa lo es realmente. Sus resultados están determinados por la fuerza exacta con la que su dedo lanzará la moneda, el punto de aplicación, el rozamiento de la misma con las moléculas del aire... El resultado es complicado de predecir dado que desconocemos esas variables, pero eso no significa que no esté predeterminado en el mismo momento en el que toma la decisión de lanzar la moneda. Y esa decisión, como decía, viene determinada por...

El disparo silenció el resto de la cháchara. Dos Caras limpió la salpicadura de la cara quemada de la moneda y la devolvió a su bolsillo. No le faltaba razón a aquel hombre, pensó, pero al más bajo nivel, la física cuántica permea el cosmos con su impredecibilidad. Al final del día, tanto daba. Enfundó el arma y se dirigió a por su próximo objetivo.

Este relato participa en la iniciativa Divagacionistas.

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