Apenas a medio kelvin de temperatura, el tercer lugar más frío del universo conocido era la nebulosa Boomerang, situada a 5.000 años luz de la Tierra en la constelación del Centauro.
En el Cold Atom Laboratory de la NASA un par de científicos trabajaban afinando las trampas magnéticas que confinaban los átomos en una situación que les permitía bajarlos hasta menos de un nanokelvin. Era el segundo lugar más frío del universo conocido.
Ella miraba a su colega de hito en hito a través de las protecciones oculares. Aún reprochándose su momento de desenfreno de la tarde anterior, producto de no estaba segura todavía de qué, se descubrió pensando en cómo iba a contárselo a su pareja. Tenía que contárselo o acabaría carcomiéndose por dentro.
Sabía cómo se lo iba a tomar. Para él, la lealtad era fundamental, y el daño iba a ser inestimable. Lo peor de todo es que ella era consciente de ello y, como quien evita decir cierta palabra inadecuada en una conversación peliaguda solo para descubrirse emitiéndola en voz alta, había ido directa a la línea de flotación de su primera relación estable en años. Durante algunos momentos, el lugar más frío del Universo estaría localizado en su corazón.
Este relato participa en la iniciativa Divagacionistas.
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