1.3.08

Mithos y Logos, el medievalismo tecnológico (A veces pasan cosas)

Al estudiar la Historia de la Filosofía, se nos explica (con mejor o peor suerte) cómo lo primero que hizo el Ser Humano, quizá desde antes de que se le pudiera aplicar esa denominación, fue mirar a las estrellas, al sol, a la luna, a las tormentas, al rayo, a las mareas, a la tierra, el agua, el fuego, la vida y la muerte, en definitiva a todo cuanto le rodeaba y no podía controlar ni explicar, y conferirles un halo de esoterismo divino.

Ese esoterismo, no obstante (o mejor dicho, precisamente por ello), contaba siempre en su núcleo con la esencia de un comportamiento inexorablemente antropomorfo: esos dioses eran volubles, impredecibles, protectores, caprichosos, violentos, cariñosos, caóticos, vanidosos, sedientos de sangre, amables... Los primeros guionistas de la (pre)historia se curtieron imaginando y difundiendo la certeza de las experiencias comunes de su vida cotidiana con los elementos.

El sol, por ejemplo, moría por la noche, vencido por la luna, pero renacería al amanecer si se velaba por él; quizá si el guionista viviera en una zona marítima, diría que el mar lo curaba o lo apagaba, según su zona geográfica. Cada estrella o grupo de estrellas eran seres suprahumanos colocados allí según sus devaneos y sus pasiones. La ira de los volcanes se apaciguaba con sacrificios. Cada terremoto era un enfado temible, cada presa cazada un regalo de vida.

La Historia de la Filosofía, decía, nos introduce a este despertar imaginativo y curioso de una especie a la que todo le quedaba por saber. Cada duda sin contestar se rellenaba con una historia más o menos plausible. El homo sapiens jamás toleró bien la incertidumbre. Quizá tampoco ningún otro ser vivo, por otro lado.

Durante mucho tiempo, para esos humanos primitivos, las cosas sucedían como sucedían por un sistema más o menos complicado de reglas intuitivas relacionadas con los comportamientos anteriores observados de esas divinidades. La predicción de acontecimientos y las explicaciones a esos acontecimientos eran una aleación homogénea de ilusión y realidad.

Un buen día, a alguien un poco más aburrido que el resto, o quizá a quien no le terminaban de convencer las complejas inconsistencias subyacentes a las explicaciones del momento, se le ocurren unas cuantas preguntas. Por ejemplo, cómo pueden estar seguros de que esas explicaciones son ésas y no otras. Cuánto se puede saber. Cuánto pueden llegar a saber.

Lo más probable es que este individuo fuera sacrificado esa misma tarde. Pero ese pensamiento-virus ya se había conseguido ensamblar, de la misma manera en que una molécula con los componentes necesarios termina formando antes o después una forma estable. Otros individuos se infectaron, y se podría decir que ese día (geológicamente hablando) se le asestó un hachazo importante a las palabras de la aleación de "ilusión y realidad", para separarlas en el terreno del relato de una historia (el mithos, la palabra en la narración) y el terreno de la explicación de unos hechos (el logos, la palabra en el informe).

Según las convenciones usuales, la invención de relatos terminaría convirtiéndose en religiones, y la búsqueda de explicaciones en ciencias. A priori, el mundo queda binarizado: gente que sigue los dictados de la tradición y gente que explora nuevos caminos.

También según las convenciones, la Historia de la Humanidad ha tenido altibajos culturales, donde una época de barbarismo se dejaba atrás con el esplendor de quienes se sobreponían a la barbarie, quienes a su vez terminaban decayendo en otro barbarismo tras el que los supervivientes trataban de recobrar el esplendor de épocas más nobles.

Por ejemplo, en la parte occidental europea de nuestro planeta hacia el año 1300 d.C., el mithos se había hecho fuerte. El logos se revolvería para intentar devolver su estatus alcanzado en la Grecia clásica. Luego, de nuevo el mithos apresaría como una boa constrictor a las mentes más evolucionadas, a los adelantados a su tiempo, para acallar sus voces y permitir la perpetuidad de lo ya establecido. Más tarde, otra vez, periodos más ilustrados darían otro empuje a la especie. Pero, mientras que el mithos siempre terminaba devolviendo la oscuridad a un gris más o menos determinado, el logos proporcionaba cada vez claridades mayores, robándole parcela tras parcela al mithos. La prevalencia perpetua del logos sobre el mithos era cuestión de tiempo.

¿Lo era?

Veamos la misma parcela del planeta ahora. Han pasado más de diez mil años después de algunos hechos abocetados al comienzo del texto, más de cinco mil años después de que el clima y los astros fueran cronometrables, más de tres mil años desde que comenzara un uso complejo de los números abstractos, más de mil años después de que nos manejáramos rudimentariamente por el interior del cuerpo humano, más de quinientos años desde que los cuerpos celestes han dejado de estar tan lejos, más de doscientos años desde que construimos potentes ingenios móviles, más de cien años desde que todo lo anterior se conoce y se explora y se expota exponencialmente, junto con otro número también exponencial de otros campos de conocimiento.

Y el mithos está aquí, todavía. "Pero moribundo", puede pensar alguno. ¿Moribundo? Goza del mejor estado de salud que ha tenido nunca. Ha aprendido (si no lo sabía ya) a simbiotizarse con el (o mejor dicho, parasitar al) logos, de forma que cada gota de nutriente que consigue el logos, termina siendo asimilado de alguna forma por el mithos.

Obviamente, estoy hablando de religiones, pero sólo colateral y casi anecdóticamente. Valga una serie de ejemplos de lo que quiero significar: podemos medir el tiempo con precisión de billonésimas de segundo en eones, y contamos los años a partir del nacimiento de un personaje mítico. Tenemos máquinas para computar ecuaciones complejísimas, pero si cuentan con un número de código de seguridad, evitamos el 13 "porque trae mala suerte". Podemos enviar texto a través de un dispositivo móvil, y lo usamos para que un extraño tipo en batín (que aparece anunciado en un carísimo y delgado dispositivo de visualización hiperrealista en tiempo real) nos relate qué nos deparan las estrellas ese día (cobrándonos por ello). Estamos entrando en el terreno de la nanotecnología médica, y algunos se negarían a someterse a una operación por considerar impuro el derramamiento de su sangre.

Son unos pocos ejemplos elegidos al tuntún de entre la miríada que compone nuestro día a día, por gente común e independientemente de su sexo, creencias, cultura, edad, estatus social, etc. Basta con leer los rituales de los astronautas rusos antes de salir al espacio, por poner un ejemplo extremo. El mithos y el logos siguen, muy a pesar de muchos, conviviendo en una sociedad que hace tiempo que debería haber aprendido a pensar y comportarse racionalmente. No quiero decir que fuéramos todos robots, sino que se relegaran nuestros impulsos "espirituales" a sus áreas estrictas, a tratar las creencias como eso, creencias, y no como verdades objetivas. Ser lógico no significa no tener escrúpulos o ser un desalmado.

El panorama es bastante triste mirando alrededor: (mal)vivir tras el dinero o un trabajo, creer que alguien necesita unos papeles para poder vivir en un lugar del planeta específico, recortar libertades a cualquiera que no comparta sus mitos, usar las últimas tecnologías para exterminar formas de existencia molestas para otros, el uso en general por parte de los necios de las herramientas que las mentes más brillantes ganan para el logos, pervirtiendo su esencia hasta el punto de boicotear a los próximos descubridores de otras herramientas que a su vez los necios usarán para su siguiente necedad. Los idiotas y los brutos ganan, los inteligentes tienen los días contados hasta que les partan la cara (si han tenido el valor de mostrarla, claro). Vamos para atrás, hacia un medievalismo tecnológico, peor si cabe que el anterior, en tanto que los detentores de la batuta de la Humanidad contarán con las mejores herramientas y las peores intenciones.

"La violencia es el último recurso del incompetente", decía Isaac Asimov en boca de su alter ego Salvor Hardin. Asimov sabía unas cuantas cosas sobre la mentalidad humana y su repercusión en la historia, desde luego. Si alguien aún no lo ha hecho, debería echarle una ojeada a la saga de "La Fundación", donde se explica con mucha claridad por qué seguramente nos vamos a ir todos al carajo en no demasiado tiempo.

Así que, por lo menos, tratad de ser felices, o algo, mientras seguimos confiando en que algún día alcanzaremos, por fin, la Humanidad.

5 comentarios:

servidora dijo...

"No debo tener miedo. El miedo mata la mente. El miedo es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total".

Hay muchas formas de tapar el miedo. Hablo del miedo y pienso en el miedo a lo desconocido (... ¿hay más tipos de miedo?); seguramente ese es el que provoca las reacciones más irracionales (y los demás miedos) y el que nos hará aceptar las soluciones más increíbles para que podamos echarle la culpa a extrañas divinidades o a extraños maleficios... y el que genera extraños ritos, cuanto más complicados mejor, para que al perderse en una extraña liturgia que sólo unos pocos controlan, la mente pueda liberarse del esfuerzo de buscar respuestas... y encuentre un tonto consuelo, viendo que forma parte de una comunidad de seres igual de perdidos y temerosos.

Y si no estás dentro eres raro... por no decir peligroso, por demostrar que es posible estar fuera de ese tinglado. Y si además haces ruido y puedes resultar visible, te pueden hasta condenar...

Las Bene Gesserit hablaban de afrontar el miedo, de hacer que pase a través de ti y de cortar su camino. El gran problema es aprender a afrontar el miedo; el miedo a lo desconocido, el miedo a nosotros mismos, el miedo a ver que donde estaba el miedo, sólo quedaré yo. Y mis preguntas, y mis silencios, y mi ignorancia y mis carencias... el primer paso para alcanzar esa humanidad, buscando respuestas honestas.

Gran empeño, cumplir con esa búsqueda, y bonito libro de ruta para una vida. Más aún si la puedes hacer fructífera, interesante y divertida. Y compartirla con los demás, abiertamente.

:-)

servidora dijo...

Bueno, y este comentario ya es en serio: en cualquier sitio se te puede aparecer el verdadero camino...

¿Qué decías acerca de mezclar mithos y tecnología?

Espero que no venga tu troll y me lapide :-)

Benjuí dijo...

Nada que añadir. Ayer tuvimos cerca de nosotros hasta qué punto se puede matar por unas creencias minoritarias.

Anónimo dijo...

Hola! Una cosa, el verbo "bocetar" no existe, aunque sería una bonita palabra.

Mars Attacks dijo...

Wops, se fugó la "a". Gracias por el aviso, enseguida doy una orden de busca y captura.