Se ha tocado muchas veces el tema del entendimiento entre personas. Sobre todo entre hombres y mujeres, en libros como "Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas", “Los hombre son de Marte, las mujeres de Venus”, o en artículos como uno de la MUY Interesante de este mes de diciembre.
En el camino básico del entendimiento hay, así a ojo, cinco problemas:
-Pensar lo que quieres expresar
-Decir lo que quieres expresar
-Que el mensaje llegue a quien quieres
-Que el otro escuche lo que quieres expresar
-Que el otro procese lo que ha escuchado.
Bueno, el problema es conseguir que lo anterior se haga de forma correcta. Dice Douglas Adams en su "Guía del Autoestopista Galáctico" sobre el Pez Babel:
También dice que «[...] el pobre pez Babel, al derribar eficazmente todas las barreras de comunicación entre las diferentes razas y culturas, ha producido más guerras y más sangre que ninguna otra cosa en la historia de la creación.»
El tema da para mucho. A veces es muy complicado entenderse con otras personas, aunque sean precisamente de las más allegadas a ti. No hay manera de cruzar dos frases sin que alguien se sienta ofendido por lo que has dicho, o se ría de ti por la forma en que lo has dicho.
Si hablamos de temas irrelevantes no es algo que importe mucho, pero cobra especial importancia cuando basas tus decisiones en lo que entiendas de los demás. Esa gente cercana puede salir malparada por no haber tenido en cuenta su situación real, por haber actuado con unos datos mal entendidos (o mal transmitidos, o mal explicados, o a menudo un poco de todo a la vez). Entonces te pueden acusar de tergiversar las cosas, de manipularlas a tu antojo, de ser una persona mezquina que no tienes ningún tipo de miramiento por los demás.
Si esto pasa sólo una vez, es fácil explicarse y disculparse, y arreglar el malentendido (que es, al fin y al cabo, el único problema). Distinto es cuando la situación se repite cíclicamente. Cuando parece haber una propensión a sentirse menospreciado. Quizá subconscientemente porque estás buscando una excusa para enfadarte con esa persona por otros motivos, quizá porque estás "regloso" y bajo de moral, quizá porque es un mal día, o porque pasabas por allí.
Si esto se vuelve una rutina, decía, suele pasar que termines por despegarte de esas personas (consciente o subconscientemente). Cuando sistemáticamente tienes que medir lo que dices para no cagarla, y andar con pies de plomo, hasta decir la frase más banal se puede convertir en una empresa agotadora. Terminas por decidir no decir nada, para no fastidiarla más. Por una parte, porque realmente quieres a esas personas y te duele herirlas. Por otra, porque te duele que tengan una imagen tan inapropiada de ti, y nunca se les pase por la cabeza que uno actúa de buena fe, sólo que con datos incorrectos (de nuevo, cabe recordar los cinco puntos en los que se puede dar los fallos). Finalmente, por no tener que pasarte el día dando explicaciones a nadie ni sentirte mal.
En ese duelo de egos, terminas decidiendo que más vale solo que patada en los cojones. Y aquí paz, y allá Servidora. Sabes que se puede arreglar, que sólo hay que tratar la situación con paciencia y energías. Pero llega un momento en el que se termina la paciencia y las energías se acaban. Que estás de vuelta de todo, y que no te apetece tener que reexplicar (con las consiguientes malinterpretaciones generadas en el proceso) por qué hiciste lo que hiciste, o por qué entendiste lo que entendiste.
No hay nada en la vida como rodearte de gente con quien puedas llevar una existencia fácil, entenderte sin la necesidad de palabras. Tentando al Pez Babel, incluso añadiría que para bien o para mal.
P.D.: Desafortunadamente, no hay forma de que las personas interesadas te entiendan cuando les propones que lean el susodicho artículo, y pasan de ti...
En el camino básico del entendimiento hay, así a ojo, cinco problemas:
-Pensar lo que quieres expresar
-Decir lo que quieres expresar
-Que el mensaje llegue a quien quieres
-Que el otro escuche lo que quieres expresar
-Que el otro procese lo que ha escuchado.
Bueno, el problema es conseguir que lo anterior se haga de forma correcta. Dice Douglas Adams en su "Guía del Autoestopista Galáctico" sobre el Pez Babel:
El pez Babel es probablemente la criatura más rara del universo. Vive en el oído de su portador y se nutre de la energía cerebral de las personas al alrededor. Entonces, excreta en la mente del que lo lleva una matriz telepática formada de la combinación de las frecuencias del pensamiento consciente con señales nerviosas obtenidas de los centros del lenguaje del cerebro. El resultado práctico de todo ello es que si uno se introduce un pez Babel en el oído, puede entender al instante todo lo que se diga en cualquier lenguaje.
También dice que «[...] el pobre pez Babel, al derribar eficazmente todas las barreras de comunicación entre las diferentes razas y culturas, ha producido más guerras y más sangre que ninguna otra cosa en la historia de la creación.»
El tema da para mucho. A veces es muy complicado entenderse con otras personas, aunque sean precisamente de las más allegadas a ti. No hay manera de cruzar dos frases sin que alguien se sienta ofendido por lo que has dicho, o se ría de ti por la forma en que lo has dicho.
Si hablamos de temas irrelevantes no es algo que importe mucho, pero cobra especial importancia cuando basas tus decisiones en lo que entiendas de los demás. Esa gente cercana puede salir malparada por no haber tenido en cuenta su situación real, por haber actuado con unos datos mal entendidos (o mal transmitidos, o mal explicados, o a menudo un poco de todo a la vez). Entonces te pueden acusar de tergiversar las cosas, de manipularlas a tu antojo, de ser una persona mezquina que no tienes ningún tipo de miramiento por los demás.
Si esto pasa sólo una vez, es fácil explicarse y disculparse, y arreglar el malentendido (que es, al fin y al cabo, el único problema). Distinto es cuando la situación se repite cíclicamente. Cuando parece haber una propensión a sentirse menospreciado. Quizá subconscientemente porque estás buscando una excusa para enfadarte con esa persona por otros motivos, quizá porque estás "regloso" y bajo de moral, quizá porque es un mal día, o porque pasabas por allí.
Si esto se vuelve una rutina, decía, suele pasar que termines por despegarte de esas personas (consciente o subconscientemente). Cuando sistemáticamente tienes que medir lo que dices para no cagarla, y andar con pies de plomo, hasta decir la frase más banal se puede convertir en una empresa agotadora. Terminas por decidir no decir nada, para no fastidiarla más. Por una parte, porque realmente quieres a esas personas y te duele herirlas. Por otra, porque te duele que tengan una imagen tan inapropiada de ti, y nunca se les pase por la cabeza que uno actúa de buena fe, sólo que con datos incorrectos (de nuevo, cabe recordar los cinco puntos en los que se puede dar los fallos). Finalmente, por no tener que pasarte el día dando explicaciones a nadie ni sentirte mal.
En ese duelo de egos, terminas decidiendo que más vale solo que patada en los cojones. Y aquí paz, y allá Servidora. Sabes que se puede arreglar, que sólo hay que tratar la situación con paciencia y energías. Pero llega un momento en el que se termina la paciencia y las energías se acaban. Que estás de vuelta de todo, y que no te apetece tener que reexplicar (con las consiguientes malinterpretaciones generadas en el proceso) por qué hiciste lo que hiciste, o por qué entendiste lo que entendiste.
No hay nada en la vida como rodearte de gente con quien puedas llevar una existencia fácil, entenderte sin la necesidad de palabras. Tentando al Pez Babel, incluso añadiría que para bien o para mal.
P.D.: Desafortunadamente, no hay forma de que las personas interesadas te entiendan cuando les propones que lean el susodicho artículo, y pasan de ti...
3 comentarios:
Bueno es peor cuando ni tienes nada que decir, ni nada que explicar, ni malditas las ganas de decir ni de explicar... al menos tú puedes decir se mosquean, ergo me escuchan aunque entiendan lo que quieran.
en fin... me temo que no soy de mucha ayuda, sorry...
Mucho me temo que, en este asunto, todos somos compañeros de fatigas (sólo que algunos se fatigan más y otros menos).
Me gusta rodearme de personas que dicen muchas cosas sin abrir la boca. Me gusta terminar una semana dura leyendo un post tuyo. Y hoy, me gusta el silencio.
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