El protagonista pierde a la chica. Pasa el tiempo absorto, la vista perdida en el infinito, pensando en ella. De fondo suena "Fragile Heart" de Westlife, o "Too Much Love Will Kill You" (si de verdad tengo que decir de quién es ésta, deja de leer). No se la quita de la cabeza ni un segundo. Todo lo que él quería era darle esa felicidad que tanto merecía ella y que nunca tuvo.
Le envía una carta, le hace un regalo, le envía mensajes deseándole dulces sueños mientras mira apesadumbrado a la impasible luna y se pregunta qué estará haciendo ella, con quién estará, en qué pensará, si se acordará de él un solo microsegundo a lo largo del día o de la noche...
Mientras, ella es lo primero en lo que piensa cuando se levanta, lo último antes de acostarse, el día es un mosaico de recuerdos suyos y en la noche sus sueños le traicionan haciéndole creer que aún están juntos. Llora por ella, deja el teléfono tras cada intento que hace por llamarla para tratar de recuperarla, pierde el apetito, sufre crisis de ansiedad por el fuertísimo sentimiento de pérdida.
La espectadora, desde el sofá, suspira por el protagonista. "Ojalá hubiera gente tan entregada por una en la realidad", piensa mientras quizás mire de reojo a su novio, visiblemente más preocupado por mantener su pole en ese juego para videoconsola al que está jugando en la habitación de al lado. Por un instante se siente sola y tiene una punzada de pánico al presentir que si eso ocurre con el poco tiempo que llevan, qué pasará dentro de diez años, cuando sus caras demacradas se crucen en la rutina de la vida.
Pulso el botón de pausa de esta historia, me rasco un poco por encima de la oreja y recapacito. La espectadora quizá no sepa que ahí fuera el mundo está lleno de personas que se aproximan mucho a este comportamiento, o que incluso lo dejan a la altura del betún, superando la ficción con sus actitudes desquiciadas por el desamor.
La espectadora quizá no sepa que en la vida real lo más probable es que si alguien se comportara de esa forma con ella, lo primero que haría sería obtener una orden policial de alejamiento. Nada de música romántica, la banda sonora del mundo real sería más bien como "Smoke On The Water", de Deep Purple. Ella no sólo no le dará la oportunidad que pide, sino que le tendrá miedo, se apartará de él.
Está loco. Se pondrá en el móvil el tono de espera de "Obsesión" para que, cuando él vuelva a llamarle, se vea forzado a recibir ese "mensaje subliminal". Quizás de esa forma la deje en paz de una maldita vez. Pensará de él que parece mentira que sobrepase la treintena, llorando como un adolescente, implorando su cariño. Cortará todo contacto con él, no le devolverá mensajes ni correos, le eliminará de la lista de su programa de mensajería instantánea y les dirá a sus amigos y familiares que, si pregunta por ella, le digan cualquier bola para que no la agobie. Le echará de su vida a patadas.
Pulsemos el play. La película continúa, al final la protagonista recapacita (en base a que la historia que había comenzado con otro, que era un auténtico inepto, se ha ido al garete, por supuesto) y en una emotiva escena final, le da magnánimamente otra oportunidad justo cuando él iba a saltar de una terraza.
En la vida real, acaba siendo más o menos igual de melodramático. El novio ha acabado la partida, le dice que se va a tomar algo con los amigotes y le da un beso en la mejilla más rápido y flojo que el que le daría su hermano pequeño al volver del colegio. El otro tipo, si lo hay, sigue tramando alguna sorpresa que pueda hacerla un poquito más feliz. En el fondo sabe que ella le toma por alguien que no la ama, que sólo se ha obsesionado por ella. "Ya encontrarás a otra", puede que le haya dicho alguna vez. Y no puede hacer nada para demostrar que se equivoca, porque el amor sin medida es pura obsesión. Sólo suspirar.
Le envía una carta, le hace un regalo, le envía mensajes deseándole dulces sueños mientras mira apesadumbrado a la impasible luna y se pregunta qué estará haciendo ella, con quién estará, en qué pensará, si se acordará de él un solo microsegundo a lo largo del día o de la noche...
Mientras, ella es lo primero en lo que piensa cuando se levanta, lo último antes de acostarse, el día es un mosaico de recuerdos suyos y en la noche sus sueños le traicionan haciéndole creer que aún están juntos. Llora por ella, deja el teléfono tras cada intento que hace por llamarla para tratar de recuperarla, pierde el apetito, sufre crisis de ansiedad por el fuertísimo sentimiento de pérdida.
La espectadora, desde el sofá, suspira por el protagonista. "Ojalá hubiera gente tan entregada por una en la realidad", piensa mientras quizás mire de reojo a su novio, visiblemente más preocupado por mantener su pole en ese juego para videoconsola al que está jugando en la habitación de al lado. Por un instante se siente sola y tiene una punzada de pánico al presentir que si eso ocurre con el poco tiempo que llevan, qué pasará dentro de diez años, cuando sus caras demacradas se crucen en la rutina de la vida.
Pulso el botón de pausa de esta historia, me rasco un poco por encima de la oreja y recapacito. La espectadora quizá no sepa que ahí fuera el mundo está lleno de personas que se aproximan mucho a este comportamiento, o que incluso lo dejan a la altura del betún, superando la ficción con sus actitudes desquiciadas por el desamor.
La espectadora quizá no sepa que en la vida real lo más probable es que si alguien se comportara de esa forma con ella, lo primero que haría sería obtener una orden policial de alejamiento. Nada de música romántica, la banda sonora del mundo real sería más bien como "Smoke On The Water", de Deep Purple. Ella no sólo no le dará la oportunidad que pide, sino que le tendrá miedo, se apartará de él.
Está loco. Se pondrá en el móvil el tono de espera de "Obsesión" para que, cuando él vuelva a llamarle, se vea forzado a recibir ese "mensaje subliminal". Quizás de esa forma la deje en paz de una maldita vez. Pensará de él que parece mentira que sobrepase la treintena, llorando como un adolescente, implorando su cariño. Cortará todo contacto con él, no le devolverá mensajes ni correos, le eliminará de la lista de su programa de mensajería instantánea y les dirá a sus amigos y familiares que, si pregunta por ella, le digan cualquier bola para que no la agobie. Le echará de su vida a patadas.
Pulsemos el play. La película continúa, al final la protagonista recapacita (en base a que la historia que había comenzado con otro, que era un auténtico inepto, se ha ido al garete, por supuesto) y en una emotiva escena final, le da magnánimamente otra oportunidad justo cuando él iba a saltar de una terraza.
En la vida real, acaba siendo más o menos igual de melodramático. El novio ha acabado la partida, le dice que se va a tomar algo con los amigotes y le da un beso en la mejilla más rápido y flojo que el que le daría su hermano pequeño al volver del colegio. El otro tipo, si lo hay, sigue tramando alguna sorpresa que pueda hacerla un poquito más feliz. En el fondo sabe que ella le toma por alguien que no la ama, que sólo se ha obsesionado por ella. "Ya encontrarás a otra", puede que le haya dicho alguna vez. Y no puede hacer nada para demostrar que se equivoca, porque el amor sin medida es pura obsesión. Sólo suspirar.
8 comentarios:
La elección de los sexos de los roles sólo está basada en lo que más tengo visto. No se me enfade nadie, pasa con todas las combinaciones ;)
¿La banda sonora de la realidad?
Yo diría que oscila entre la Marcha Funebre de Sigfrido y una pieza de Death Metal...
La música, la música... se está convirtiendo en mi obsesión xD
Qué li donen, ningú mereix q se rebaixen tant!
Y en el dulce camino hacia la cima, te das cuenta que la felicidad es sentir como crece y crece el amor. Que cada paso que esperas es un paso que das, y que a cada paso que das es menos lo que esperas. Y no te das cuenta mientras lo sientes porque sólo crece, pero cuando llegas a la cima creías que aún habría más pasos que dar, más que esperar y sólo está en tu memoria todo lo que has andado. Grabado en tu corazón que no darás más pasos si no son con él o ella, porque es la persona que te ha hecho crecer (sentimentalmente) y aunque sea poco o nada lo que te quede no quieres bajar otra vez.
También suele pasar que no se merezcan que les hagan caso. Tal vez porque la situación no es la adecuada, porque en su obsesión acaben haciendo daño tanto a la persona amada como a la gente de su entorno (incluso el chico de la play), porque simplemente no pueda ser...
También, obviamente, puede que la chica no se lo merezca.
Por esta noche, dejemos que el amor (el de verdad, no el de estar con alguien porque no estás mal con él, o porque al principio molaba y ahora te sabe mal dejarlo, o todas esas historias de la vida cotidiana), dejemos que el amor, decía, despliegue su magia con las personas que han sabido encontrarse en el tiempo y en el espacio. Ellos saben apreciar de verdad la rareza, la fragilidad y el poder de sus sentimientos.
Sed felices.
Chachi guay lor recatorer ktptn compota de manzanyaca.
No es amorrrr no es amorrrrr es una obsesión, uoooouooooooo...
No, no , no , nunca. V E R N oh ohhh oh ohhhh quiero comprar mis calzoncillos en camart.
Y que sepáis que sé cuántos palillos hay en la caja.
Aunque no lo parezca, "eso" no era un trol. Saludetes, visitante-autista-anónimo.
Publicar un comentario