20.5.18

Casi sin ti

Sabía que no podía haberme ido del todo porque tanto mi gato como mi bebé de pocos meses me seguían perfectamente con la mirada. Suele decirse que ellos tienen mejor conexión con otros planos de realidad, algo que siempre me había parecido una tontería.

Empecé a notar que algo iba mal tras una época en la que, sin saber exactamente de qué manera, siempre terminaba acostándome tarde, cuando ella ya estaba dormida, y ella se levantaba temprano, mientras yo aún estaba en la cama. Los primeros y los últimos besos del día se habían esfumado sin más.

Luego, por supuesto, estaban los momentos en los que yo la abrazaba pero el abrazo no era devuelto. Los besos, que siempre iniciaba yo, no pasaban de roces de milisegundos, lo que dura el parpadeo de quien recuerda que tiene algo más importante por hacer.

También las preguntas que quedaban sin respuesta, o a las que como mucho había algo como musitado que me resultaba ininteligible. Ninguna mirada directa de ella hacia mí. Ninguna pregunta de cortesía, ni respuestas a las mías. Sin darme cuenta, había pasado de buscar el roce jocoso conmigo en la cocina a la total indiferencia.

Sabía que no podía haberme ido del todo porque, cuando iba a hacer la compra, el portero, el personal de caja y la gente de la calle me seguía saludando o apartándose para cederme el paso. Pero para ella, por desgracia, hacía tiempo que me había convertido en una simple fantasmagoría.

Este relato participa en la iniciativa Divagacionistas.

1 comentario:

Sergio dijo...

Extraordinario. Ciento por ciento realista. Mi más sincera enhorabuena.