Como en inglés, "deception", que significa "engaño", atesorando el significado original de la palabra latina que ya no quería decir exactamente lo mismo en castellano. Aunque, pensó, un poco sí: no había decepción sin un poco de engaño, o de autoengaño, sin un potencial de disonancia entre las expectativas y la realidad.
Y la realidad es que no sabía en qué momento se le había ocurrido la genial idea de que la joven cuyo agradable rostro salía ahora por televisión pudiera acabar de ninguna manera enamorado de él. Sabía, eso sí, que lo iba a intentar con todo lo que tuviera a su alcance; halagos, mimos, regalos, cocinar para ella, cuidarla a cuerpo de reina... ¿o quizá justo lo contrario, haciéndose el difícil para despertar su interés? No lo sabía, pero al menos era consciente de que el proceso llevaría tiempo. Mucho tiempo.
Hasta el momento, ella solo le había mostrado desinterés o, incluso, un punto de disgusto y aún de franca aversión. Él, lejos de amedrentarse, lo tomaría como un reto. «Torres más altas han caído», se decía a sí mismo, a veces sollozando por la noche, abrazado a una almohada.
Iba a requerir de mucho tiempo. Mientras tanto, y hasta que consiguiera su corazón, la seguiría reteniendo en el sótano.
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