Héte aquí que Odiseo, el de los muchos trucos, terminó en varado en la isla de Ogigia, habitada por la ninfa Calipso, «la que oculta». Esta vez no fue por su bocaza, sino por la de su tripulación, que habían dado buena cuenta de las reses que pertenecían nada menos que a Helios.
Calipso le prometió la inmortalidad y la juventud eterna, pretendió que fuera su esposo, que olvidara a su amada Penélope, y hasta tuvo un par de hijos suyos.
Ulises, el certero, terminó volviendo a su casa por intercesión de su protectora Atenea, y Calipso no acabaría sus días demasiado bien. Tampoco Ulises, en todo caso, muerto a manos de uno de sus propios hijos por una aciaga confusión.
Da qué pensar qué significaba Penélope para él. Aunque tampoco pecaría de romántico, habida cuenta de que, según la versión que escuches, ni siquiera ella acabó bien. Las relaciones en aquella época eran utilitaristas. ¿Quizá, pues, era algo que la ninfa Calipso ocultaba? Acaso las conversaciones en una isla desierta con solo dos personas no puedan dar mucho de sí tras siete años. Puede que resultara una obsesa de las calorías y el fitness, y eso no hay eterna juventud que lo aguante.
Esta entrada participa de la iniciativa Divagacionistas.
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