15.7.25

Ceroverso

La primera estrella empezaba a mostrar un fulgor tenue, iluminando de gris azulado su horizonte de partículas de hidrógeno. A un Universo de distancia hacia cualquier lado, solo existía eso: nubes de hidrógeno, sazonado de ocasionales átomos de helio, acaso con algún átomo de litio extraviado. Ningún planeta al que iluminar, ninguna otra estrella a la que parecerse. Solo, y durante cantidades absurdas de tiempo, ella dando luz a la nada.

Decenas de miles de millones de años después, y durante un breve tiempo, el último po'ouli cantaba a pleno pulmón sus preciosos reclamos, intentando atraer a una pareja que ya no existía y sin entender que nunca iba a llegar.

Cientos de miles de millones de años después, el corazón de la última estrella terminaba de mostrar un fulgor tenue, iluminando de gris azulado su horizonte de cenizas. A un Universo de distancia hacia cualquier lado, solo existía eso: cenizas moleculares, demasiado frías y separadas como para agregarse en algo donde la vida pudiera arraigar. Ya nunca la volvería a haber. Ningún planeta al que iluminar, ninguna otra estrella a la que parecerse. Solo, y durante cantidades absurdas de tiempo, ella subsistiría, dando luz a la nada.

Billones de años después, el último de los agujeros negros también terminaría desvaneciéndose en la oscuridad, sin nada que alimentara su núcleo, sin nada más a su alrededor.

Al final, solo quedó el Universo siendo de nuevo una vacía nada eterna.


Este microrrelato participa de la iniciativa Café Hypatia.

2 comentarios:

Nuria de Espinosa dijo...

El texto me parece profundamente melancólico y poético. Muestra con una belleza triste la soledad del Universo, desde el nacimiento de la primera estrella hasta su inevitable final. Me impactó cómo conecta la extinción de una simple ave con el destino cósmico, haciendo que lo enorme y lo diminuto compartan la misma soledad. Es una reflexión sobre la fugacidad de todo, incluso del tiempo mismo. Me encantó. Un abrazo

Mars Attacks dijo...

Muchas gracias. =)