24.2.25
Desesperado
La noticia de su cáncer de páncreas avanzado fue demoledora, pero iba a ser tan solo el principio de un reguero de catastróficas desdichas: lo siguiente, en cuanto en la compañía se enteraron, sería perder el trabajo, solo para sumirse en una profunda depresión que le costaría de paso también a su pareja y perder a su hijo junto con ella; acto seguido, buscaría refugio, olvido y perdón en la bebida, y junto a sus nuevas y malas compañías, terminaría perdiendo todos sus ahorros en una apuesta al póker con la que precisamente buscaba, barajando el peor de los escenarios, dejar cubierta a su familia.
Habiendo conseguido en su lugar dejarlos aún más en la miseria con unas cuantas deudas por cubrir, por si fuera poco, estamparía el coche volviendo completamente borracho a una casa de la que iban a acabar echándole en unos meses por no poder pagar la hipoteca.
En un momento de lucidez, sujetándose el brazo dislocado, rebuscó unos papeles en la cómoda. Luego, se dirigió a la ventana.
—Bueno, al menos no llueve —pensó, subiéndose al alféizar tras comprobar que su seguro de vida seguía vigente.
Al final, lo último que le quedaba por perder no era la esperanza, que ya había perdido hacía mucho, sino el humor.
Esta entrada participa en la iniciativa Divagacionistas.
15.2.25
Suelo de cristal
—A ver, Adhara, que toca escribir sobre el papel de la mujer y la niña en la ciencia. ¿Qué es lo que más te gusta de la ciencia?
—Los juegos —dice, sin apartar su mirada de su partida de ping-pong en la Wii.
Sin duda, hay muchísima ciencia en los videojuegos. Y me recuerda a las escasísimas mujeres que conozco en el ámbito de la programación (de videojuegos y en general) tras casi veinte años dedicado profesionalmente a ellos. A pesar de que posiblemente sea de los campos donde mayor ha sido su contribución a la creación y auge del propio campo. Y eso me recuerda a un evento reciente de inversión en proyectos relacionados, con diez empresas explicando sus ideas y un total de 0 representación femenina en ella. Diría que más que en 2025 estamos en 1960, pero creo que en aquella época la proporción era la inversa.
En este campo, más que un techo de cristal, parece haber ya un suelo de cristal.
Esta entrada participa en la iniciativa Café Hypatia.
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