30.6.25
Aimar
15.6.25
La resistencia es fútil
Somos una lucha perdida contra la entropía. Nos resistimos a desaparecer. Nos resistimos al cambio. Nos resistimos a cambiar los cambios. Resistimos en una resistencia que no se mide en ohmios.
26.5.25
I can't hilados.
El sol usaba su último minuto para lamer de naranja el horizonte marítimo. En breve se encendería el faro protector de navegantes y naves errantes cuando la noche nos atrapara. A pesar del vértigo, uno no siempre tenía a mano la posibilidad de unas vistas así, por lo que me atreví a acercarme al borde.
Es curioso cómo, al estar en lugares tan altos y abiertos, una parte de mi cerebro siempre se pregunta por la sensación de lanzarse al vacío. Por suerte, el vértigo gana, y no termino haciendo un Sampedro.
Abajo, veo la marea tragarse las rocas con furia, batida tras batida, como esos pensamientos intrusivos que llegan para no soltarnos, que se instalan y se acomodan al punto que tú terminas siendo el intruso, rumiaciones de las profundidades que apuntan a donde más miedo nos dan las cosas y que, aunque no sean verdad, tienen parte de verdad.
Te cubren mientras intentas mantenerte a flote, apretando los dientes fuerte. No recuerdas siquiera haber caído al acantilado; aunque no llegara bien el aire, aún tenías suficiente oxígeno en sangre para seguir adelante. Sí recuerdas la hipoxia creciente que te va asfixiando, el cansancio que te puede, los tragos acumulativos de salmuera. Que alguien te afee el ruido de tus bocanadas, cuando lo que buscas es que te tienda su mano. La angustia de saber que aún se apartará más después de esa «falta de modales»; un problema del que ves escapar la solución aunque la tengas justo delante, como intentar atrapar pelusillas de chopo pero solo alejarlas con cada corriente generada por las propias manos.
Hay días buenos en el acantilado, calentándote sobre esas rocas con algún rayo furtivo de sol. Pero. indefectiblemente, la marea subirá y echarás la vista arriba a sabiendas de que no tendrás fuerzas para escalarlo a mano desnuda.
Los días muy buenos te llevarás la sorpresa, al levantar la mirada, de encontrarte frailecillos (esa versión voladora de un peluche de pingüino) anidando en alguno de sus recovecos en lo más alto. Fantasearás con que te presten sus alas para dejar de temer al precipicio y empezar a disfrutarlo con ellos desde otra dimensión, para dejar de sentirte solo en la mierda. Con enfocar los oídos podríamos comprobar que no estamos solos en la mierda, claro, pero supongo que siempre estamos solos en la mierda.
31.3.25
Hallelujah
La puerta de la casa de Rubén se entreabrió perezosamente, mientras él guardaba las llaves en el bolsillo con idéntico humor. Con el ascensor estropeado desde hacía una semana, subir aquellos siete pisos eran una tortura diaria.
Entró en el pequeño y tétrico apartamento, más oscuro que de costumbre por la mezcla de la escasa iluminación exterior y lo plomizo de un cielo abigarrado de nubes de lluvia, que empezaban a descargar entre ocasionales rayos.
Del pasillo de la entrada llegó en tres pasos al comedor, algo más iluminado por un pequeño balcón que daba a la calle, pero tampoco mucho más. El día, ya casi noche, se mostraba tan tenebroso como sus pensamientos. Era su cumpleaños, y no le había importado a nadie. No lo había recordado ni su pareja, ni sus padres, ni a sus allegados del trabajo. Estaba pasando una muy mala etapa y aquello era el clavo definitivo en su ataúd mental.
Por acto reflejo, puso la radio, donde empezaba a sonar un tema de Geri Halliwell. No creía en las señales, pero ese día iba a hacer una excepción. No quiso ni pensarlo: abrió el balcón, y saltó.
En la habitación, todos aguardarían aún unos minutos, parapetados tras la cama con sus gorros y matasuegras, sin atreverse a salir a ver por qué Rubén tardaba tanto.
Esta entrada participa en la iniciativa Divagacionistas.
15.3.25
De cero a uno
Enormes habitaciones,
la conexión al mundo
en tu bolsillo.
millones procesando
el universo.
24.2.25
Desesperado
15.2.25
Suelo de cristal
Sin duda, hay muchísima ciencia en los videojuegos. Y me recuerda a las escasísimas mujeres que conozco en el ámbito de la programación (de videojuegos y en general) tras casi veinte años dedicado profesionalmente a ellos. A pesar de que posiblemente sea de los campos donde mayor ha sido su contribución a la creación y auge del propio campo. Y eso me recuerda a un evento reciente de inversión en proyectos relacionados, con diez empresas explicando sus ideas y un total de 0 representación femenina en ella. Diría que más que en 2025 estamos en 1960, pero creo que en aquella época la proporción era la inversa.
En este campo, más que un techo de cristal, parece haber ya un suelo de cristal.
Esta entrada participa en la iniciativa Café Hypatia.
27.1.25
Relativo
Los ojos se centran en la negrura que tienen enfrente y que se aproxima de forma inexorable. Se pueden notar los temblores. La integridad propia se puede dar por perdida si se traspasa su horizonte de eventos. Sin embargo, cada vez está más y más cerca.
De repente, desaparecen todos los demás estímulos, y la magnificencia de ese espectáculo eclipsa todo lo demás: es un boquete cósmico, una oscuridad que solo no lo es por el halo de color que lo rodea, un color difícil de definir, que incluso es ligeramente cambiante según la perspectiva o el tiempo.
Como en un desagüe ontológico, la propia existencia parece escurrirse a sus adentros, en un abismo donde uno mismo desaparece en el espaciotiempo, y a la vez, donde parece posible atisbar la presencia íntima de una consciencia ajena, que parece requerir como ofrenda lo más profundo de mi ser. No puedo estar seguro de qué precio habré de pagar por seguir dando un paso adelante, pero sé intuitivamente que, una vez las fuerzas de marea han empezado, ese precio va a ser doloroso en algún momento. Y ya han empezado.
La respiración se agita primero, solo para contenerse un segundo después. Los músculos se tensan. Las cosas empiezan a desdibujarse ante mis ojos y la información visual deja de ser un estímulo que aporte nada más que lo temible de su ausencia, pero que, a cambio, consigue afinar el resto de sentidos.
Uno sabe que todo eso está pasando en un momento para un espectador externo, aunque para mí el tiempo se esté estirando más y más, en una eternidad que, con todo, no será suficiente. Luego, solo queda la presión que cada átomo de mi cuerpo siente. El calor del torrente de adrenalina anticipando turbulencias más extremas, o quizá una colisión.
Esto ocurre todas y cada una de las veces que se acerca para besarme, sin excepción.
Esta entrada participa en la iniciativa Divagacionistas.
15.1.25
Búsqueda elemental
—Ah, un clásico de los humanos y su necesidad imperante de ponerle etiquetas a las cosas, a buscar lo más fundamental desde lo que poder construir lo complejo: los cuatro humores hipocráticos, los cuatro elementos empedoclianos. El yin y el yang y las cinco actividades elementales chinas, los cinco elementos ayurvédicos. El individuo en la sociedad. La célula en el individuo. El átomo en la célula. Las partículas subatómicas en el átomo. Los campos cuánticos en las partículas —el mecanismo con cierto aire a una medusa biónica levitante inspeccionaba los registros históricos y científicos que constaban en el Registro Intergaláctico de Especies—. Ay, lo estaba buscando mal. Hay una errata. Aquí está: «Fabricar quesos».
Esta entrada participa en la iniciativa Café Hypatia.