Te roban la cartera, y te la devuelven en comisaría. Eso sí, sin un duro de los cien o trescientos que llevabas (que también es mala suerte que justo ese día fueras a comprar los cartuchos de tinta). O llegas al coche y te encuentras el retrovisor descolgado por algún gracioso.
Vas a comisaría con el retrovisor en la mano, o a por esa cartera, con la lejana sensación de que parte de su trabajo consiste en revisar alguna de las ochocientas mil cámaras de vigilancia que "velan por nuestra seguridad", y lo que recibes por respuesta (de ellos y del resto del planeta) es "si no te han hecho nada más, tienes suerte".
Tienes suerte de que no tengas que renovar todo el papeleo (aunque nadie te evita el tener que cancelar tarjetas de crédito y pedir otras nuevas). Tienes suerte de que no te hayan roto de paso la luna delantera, ya que la denuncia del retrovisor sólo te va a servir "por si te cubre el seguro". Que no hay nada que se pueda hacer.
Sales de allí pensando en que si esa pasividad se extendería si, de pasada al lado del coche patrulla, te diera por descolgar tu peso de SU retrovisor, o si fuera SU tarjeta de crédito la que han dejado atrancada en un cajero tras tres intentos infructuosos de sacarles la pasta, además de los billetes que le han levantado.
¿Quizá ahí sí "perdieran" unos minutos revisando la grabación del cajero, que quizá esté para este tipo de cosas? Supongo que, siendo un delito menor, tampoco querrán molestarse en hacer algo que no va a tener consecuencia alguna, pero personalmente preferiría saber quién ha sido el que ahora sabe cómo me llamo, dónde vivo, o a quién volverle a levantar la cartera o romperle el retrovisor porque "no pasa nada". Aunque sólo sea por cambiar de acera si lo veo acercarse.
Así que repetid todos conmigo: Si me roban la cartera y se llevan mi dinero, o si me descuelgan el retrovisor, por mucho que me devuelvan los papeles o no me rompan el parabrisas respectivamente, no tengo que darles las gracias: esos tipos siguen siendo delincuentes.
(Esta entrada también se puede titular "Vila-real, ciudad sin ley").
Vas a comisaría con el retrovisor en la mano, o a por esa cartera, con la lejana sensación de que parte de su trabajo consiste en revisar alguna de las ochocientas mil cámaras de vigilancia que "velan por nuestra seguridad", y lo que recibes por respuesta (de ellos y del resto del planeta) es "si no te han hecho nada más, tienes suerte".
Tienes suerte de que no tengas que renovar todo el papeleo (aunque nadie te evita el tener que cancelar tarjetas de crédito y pedir otras nuevas). Tienes suerte de que no te hayan roto de paso la luna delantera, ya que la denuncia del retrovisor sólo te va a servir "por si te cubre el seguro". Que no hay nada que se pueda hacer.
Sales de allí pensando en que si esa pasividad se extendería si, de pasada al lado del coche patrulla, te diera por descolgar tu peso de SU retrovisor, o si fuera SU tarjeta de crédito la que han dejado atrancada en un cajero tras tres intentos infructuosos de sacarles la pasta, además de los billetes que le han levantado.
¿Quizá ahí sí "perdieran" unos minutos revisando la grabación del cajero, que quizá esté para este tipo de cosas? Supongo que, siendo un delito menor, tampoco querrán molestarse en hacer algo que no va a tener consecuencia alguna, pero personalmente preferiría saber quién ha sido el que ahora sabe cómo me llamo, dónde vivo, o a quién volverle a levantar la cartera o romperle el retrovisor porque "no pasa nada". Aunque sólo sea por cambiar de acera si lo veo acercarse.
Así que repetid todos conmigo: Si me roban la cartera y se llevan mi dinero, o si me descuelgan el retrovisor, por mucho que me devuelvan los papeles o no me rompan el parabrisas respectivamente, no tengo que darles las gracias: esos tipos siguen siendo delincuentes.
(Esta entrada también se puede titular "Vila-real, ciudad sin ley").
1 comentario:
Una vez, hace años, me atracaron en Valencia, cerca de mi Universidad. Después de dejarme la cara hecha un guiñapo por los puñetazos, se llevaron una cámara de vídeo.
En el momento de hacer la denuncia, el buen hombre me sugiere que lo que tengo que hacer es buscar a esa gente y, cuando los encuentre, que vaya y que se lo diga a ellos. Sí, defensores del bien, pero desde la barrera. Terminó el hombre su consejo con un 'cualquier día de estos no podremos ni salir de casa'.
Qué ironía.
¡Abrazo!
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