24.6.24

E-dad

La capacidad de virtualización del conectoma humano en un momento dado fue, quizá, el avance más celebrado en el 2095. En rigor, la virtualización de un subconjunto funcional del conectoma humano. Multivac (el nombre gracioso con el que se empezó a llamar a una de las IAs más avanzadas de la época) había aprendido a generar una réplica indistinguible del individuo original sin necesidad de reproducir dichas sinapsis.

La mala noticia es que éramos bastante más simplotes a fin de cuentas de lo que pretendíamos. No es que no fuéramos complejos, pero el núcleo de lo que realmente nos hacía individuos era fácilmente esquematizable con un par de billones de parámetros y el material auxiliar (recuerdos, fantasías, pasiones, ilusiones) se podía incluso rellenar fácilmente tomando como partida el material que el individuo o sus conocidos pudieran haber generado y plasmado en redes. Así pues, se podía incluso llegar a resucitar a individuos de los que hubieran quedado suficientes registros informáticos. No a ese individuo, claro, sino a uno perfectamente análogo.

La gente tenía la opción de "descargarse" e ir subiendo "puntos de control" en forma de actualizaciones conforme pasaba su tiempo. Dejaban en su testamento vital cómo les gustaría mantenerse una vez su cuerpo físico se perdiera. Por supuesto, no eran pocos los casos donde su virtualización, en cuanto se volvía operativa, tomaba una decisión distinta. Curiosamente, el material auxiliar se podía mantener inalterado entre ellas, acumulando todas las vivencias, sabiduría, buenas y malas experiencias, anhelos y miedos a lo largo de su vida, pero la gracia de poder procesarlas desde distintos esquemas mentales convertía una misma situación en historias muy distintas.

Surgieron multitud de nuevos retos, como que la virtualización conlleva una mayor facilidad para reescribir al gusto de uno el material auxiliar, o que un problema (por ejemplo, de pareja) cuando eres, a priori, eterno, puede ser más complejo de gestionar, pero en general la trascendencia nos vino a descubrir que seguíamos siendo monos con ínfulas, solo que ahora con más tiempo por delante que nunca.


Este microrrelato participa en la iniciativa Divagacionistas.

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