27.2.23

Illu01

Era raro, porque había dejado aquella pieza de volante, parte de un coche de juguete, completamente empapada sobre la vitrocerámica. La había encendido a poca potencia para que se secara, y algo me distrajo durante unos segundos, lo suficiente como para que, al volver a mirar, el plástico estuviera empezando a bufarse. Alargué la mano para intentar retirarlo de un golpe, pero justo en ese momento empezó a sonar el despertador del móvil. Alargué la mano para deslizar el dedo sobre la pantalla, pero durante un segundo me quedé bloqueado por miedo a quemarme al tocarlo.

Con el cerebro aún medio fundido, me vestí y esperé pacientemente a que mi peque se despertara, saliera al comedor y pudiera ver la cara que pondría al ver el despliegue de globos y decoración por su sexto cumpleaños. Su madre, además, se había currado una gymkana de pistas en post-its por toda la casa, que iría descubriendo, gritito tras gritito, hasta dar con cuatro regalos repartidos por toda ella.

Al final, no tengo claro quién estaba más ilusionado, si ella correteando junto con su hermano de aquí para allá, sus padres riéndonos con sus ocurrencias en cada parada, o sus abuelos babeando. De lo que sí estoy seguro es de que la felicidad, si no era eso, debía de estar muy cerca de serlo. Y, si solo era una ilusión, al igual que el miedo a quemarme absurdamente con el móvil, se sentía por completo igual de real, con lo que me daba muy igual.


Este microrrelato participa en la iniciativa Divagacionistas.