29.5.23

Cristalino

Cuarenta y siete años le había llevado a Eleanor perfeccionar su dispositivo CH1nLU de modificación de frecuencia óptica para conseguir uno de los sueños de la ciencia ficción más codiciados: la invisibilidad. En la pantalla de su ordenador ultimaba el documento explicando paso por paso los fundamentos teóricos y la puesta en práctica.

El concepto era simple: el espectro de luz abarca frecuencias mucho más amplias que las que podemos ver, desde ondas de radio de baja energía hasta rayos X y gamma de alta energía. Cada rango de frecuencia interactúa de manera óptima con elementos de tamaño similar, pero se vuelve transparente para objetos mucho más grandes o pequeños. Eleanor solía usar la analogía de una valla de campo que no representa un obstáculo para un ratón o una jirafa, pero sí para una oveja o una vaca. Una hormiga podría pasar sin problemas, mientras que Godzilla, no.

Las ondas de wifi o radio, siendo luz de baja frecuencia, podían atravesar paredes sin problema, ya que estas resultaban transparentes para ellas. Por otro lado, la luz ultravioleta hacía que el cristal de una puerta fuera opaco debido a la similitud de tamaño de frecuencia con la estructura atómica del cristal. Eleanor le explicaba los detalles a sus ratones de laboratorio mientras ultimaba los detalles. Los ratones parecían asentir, pero Eleanor sabía que era un sesgo producto de la humanización. Probablemente solo olían las hormonas de excitación que expelía, sabiéndose a punto de probar el culmen de su creación.

A nivel técnico, el complejísimo dispositivo tampoco tenía mucho secreto: se trataba de modificar los fotones de frecuencia visible incidentes en la superficie del tejido que la recubriría para modificar dicha frecuencia, volviéndola mucho más amplia, de forma que se reemitiera hacia el interior de su cuerpo con el tamaño exacto para que lo atravesara sin interferir (al menos, de forma relevante) y chocara contra el lugar contrario de su superficie, donde se devolvería a la frecuencia visible inicial, volviéndose, en la práctica, tan transparente como el Predator de las películas.

Eleanor se colocó la «capa de invisibilidad» y la activó. Sin embargo, justo en ese momento, se dio cuenta de que si la luz visible podía atravesarla, no impactaría en su retina y no sería capaz de ver absolutamente nada...

Este microrrelato participa en la iniciativa Divagacionistas.

15.5.23

Uno

Dr. Manhattan,
debe escoger icono.
Será el hidrógeno.

Este sciku participa en la iniciativa Café Hypatia.