15.6.21

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—No es tan difícil crear vida, después de todo. Papá pone una semillita en mamá y todo eso que no creo que haga falta que te explique yo a ti, Mei.

—No es lo mismo.

—Claro que no es lo mismo. Pero, en cierto modo, es lo mismo.

—Cuando tenemos hijos entendemos su biología, sus ritmos, sus límites. Sabemos que van a fallar. Sabemos cómo suelen hacerlo.

—Y se les entrena poco a poco para que pulan sus taras y mejoren, con ejemplos y supervisadamente, hasta que se pueden valer por sí mismos de forma considerablemente fiable. No veo por qué no se puede seguir la misma premisa.

—Porque en este caso no tenemos ni idea de a dónde podemos llegar.

—Tampoco es que se pueda saber con un bebé, ¿no? Depende de muchísimas variables. Ese bebé puede llegar a ser Hawking o Beethoven, pero también Hitler o Mao. Por es...

—Abortar proceso —dijo Mai. La voz desapareció. — El Comité nos despedirá a todos, o algo peor, de encontrarse con este tipo de referencias. Habrá que depurar su base de datos sobre personalidades históricas.


Y así fue como se asesinó a la primera inteligencia artificial que se había llegado a sentir viva.


Este microrrelato participa en la iniciativa Café Hypatia, inspirado por esta noticia.

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