El médico entró sonriente en la habitación:
La mujer habló al borde del sollozo, con la mirada perdida en algún punto de la pared de un hospital a mil kilómetros de allí.
–Tras el accidente, yo no podía quedarme embarazada. En teoría. Fui a todo tipo de médicos. Recurrí incluso a todo tipo de charlatanes y curanderos: reikistas, acupuntores, antropósofos, bioneurodescodificadores... Hasta visité a un psiconeuroinmunoendocrinólogo. Pero, aparte de quitarme el gluten y los lácteos sin necesidad, seguía sin quedarme. Hasta que un día encontré un mensaje en el parabrisas del coche. Un tal Makuttu Ngue, chamán vidente mediúmnico en cuya estampita solo decía: «¿Quieres quedarte embarazada? Ven a verme». Fue extraño porque mi coche era el único que tenía ese panfleto. «De perdidos al río», pensé. «Total, ya ni me dejan comer galletas, qué puede ser peor». Y para allá que fui, doctor. Y una vez allí... Ay, una vez allí. El caso es que, tras hacerme su magia, me dijo: tendrás gemelas. Una de ellas se hará influencer de la Interneuralink y tendrá una vida larga y plena. Sin embargo, la otra se meterá a monja y, por un crimen que no cometerá, terminará joven sus días en la cárcel. Yo no me lo creí y salí de allí sin esperanza alguna, pero ahora ya ve. Y yo, doctor, ya no estoy para sorpresas...
Este microrrelato participa en la iniciativa Divagacionistas.