Siempre me he preguntado qué pasaría si encerraras en una habitación (acolchada) a un par de sociópatas. ¿Se caerían bien? ¿Tratarían de encontrar el punto flaco del otro e intentarían minarlos moralmente?
A veces pasan cosas. Por ejemplo, a veces te encuentras a lo largo de la vida con ese tipo de personas que disparan primero y preguntan después. Algunos que necesitan estar constantemente hablando mal de otros (no sé si para sentirse mejores o qué, pero sé que la etiqueta "Destroyers" les viene que ni al pelo). Algunos que no dudan en hacer daño, escudándose en que la gente es mala y, antes o después, otro iba a hacer lo mismo.
En mi concepto de "equilibro del Universo" hay un cierto sentido de "injusticia positiva" necesaria para contrarrestar esas partes de injusticia negativa con la que, ciertamente, a menudo nos encontramos. Me explico: por cada cabrón que te arañe el coche, habrá alguien que te avise si no llevas las luces encendidas. Por cada uno que te robe la cartera, habrá quien no dude en meter la mano en el bolsillo para regalarte lo que lleve sin esperar nada a cambio. Por cada asaltador, alguien que daría su vida por otra persona.
Hay quien dice que son mucho más los que se portan indebidamente, pero pienso que lo que ocurre es que hacen mucho más ruido. Probablemente, si hubiera más cabrones que buena gente, nos habríamos aniquilado hace tiempo (dado que es más fácil destruir que crear).
Por eso, y por otros motivos, una forma de pensar más productiva a la hora de confrontar una situación éticamente complicada sería "quizá haya gente que haría esto, pero yo voy a intentar ser como tendría que ser ese otro alguien que no lo haría, y al que querría parecerme". Aunque sólo sea para poder decir, cuando alguien se queje de que todos son unos cabrones, que al menos hay uno que no. Que al menos hay una esperanza, alguien por quien merece la pena tener confianza.
De pequeño, leí un par de relatos en esa dirección que me marcaron bastante. Uno, que formaba parte de unos cuantos cómics ("Esther y su mundo" y "Caty, la chica gato", y algunos "Mortadelo y Filemón"), que me regalaron para leer en uno de mis frecuentes periodos de guardar cama, trataba de una niña a la que su abuela maltrataba constantemente, pero ella siempre devolvía bien por mal, hasta que conseguía que la abuela cambiara de forma de ser. Pensándolo con detenimiento, buscar venganza sólo suele aportar más dolor a la situación, así que me pareció una enseñanza muy acertada. Injusta, pero acertada.
El otro era del libro "Uti Tanka, Pequeño bisonte", y narraba una curiosa costumbre de unos indios consistente en que, si adulabas alguna de sus posesiones, te la tenían que regalar. El prota (un niño raptado de una diligencia y tomado por un dios por ser pelirrojo), sin ser conocedor de ello, le dice al jefe indio lo bonito que es su caballo, por hacerle un cumplido. Éste baja apesadumbrado y le ofrece las riendas. Otro indio le cuenta que ese caballo fue un regalo de un antiguo amor, y le habrá dolido en el alma deshacerse de él. Nuestro protagonista provoca al jefe hasta forzarle a devolverle el cumplido de su caballo, y así retornárselo a su dueño original.
De aquí me gustó esa visión tan desprendida de la que recientemente oí hablar a De La Cuadra Salcedo, acerca de ser más felices por la vía de necesitar menos cosas, de conseguir vivir con lo básico. Cada vez que me cruzo con alguien pidiendo dinero, pienso en qué problema voy a tener por darle unos trozos de níquel (o lo que sea) o papel raro que podrá cambiar por cosas mucho más valuosas para la vida. Deberíamos volver a empezar, sólo con lo básico, para darnos cuenta de cuánto estamos desperdiciando (en términos de infelicidad por no conseguir caprichos). Seríamos mucho más ecológicos reduciendo nuestros consumos, reutilizando y reciclando. Las tres "R" del Capitán Planeta, vaya. Otro ser "injusto" de cuya existencia necesitaba la gente para devolver la justicia al planeta, y compensar la de tanto cabrón suelto en su mundo de cómic.
En el nuestro, seguimos necesitando más gente injusta, pero de la buena, no de los sociópatas.
A veces pasan cosas. Por ejemplo, a veces te encuentras a lo largo de la vida con ese tipo de personas que disparan primero y preguntan después. Algunos que necesitan estar constantemente hablando mal de otros (no sé si para sentirse mejores o qué, pero sé que la etiqueta "Destroyers" les viene que ni al pelo). Algunos que no dudan en hacer daño, escudándose en que la gente es mala y, antes o después, otro iba a hacer lo mismo.
En mi concepto de "equilibro del Universo" hay un cierto sentido de "injusticia positiva" necesaria para contrarrestar esas partes de injusticia negativa con la que, ciertamente, a menudo nos encontramos. Me explico: por cada cabrón que te arañe el coche, habrá alguien que te avise si no llevas las luces encendidas. Por cada uno que te robe la cartera, habrá quien no dude en meter la mano en el bolsillo para regalarte lo que lleve sin esperar nada a cambio. Por cada asaltador, alguien que daría su vida por otra persona.
Hay quien dice que son mucho más los que se portan indebidamente, pero pienso que lo que ocurre es que hacen mucho más ruido. Probablemente, si hubiera más cabrones que buena gente, nos habríamos aniquilado hace tiempo (dado que es más fácil destruir que crear).
Por eso, y por otros motivos, una forma de pensar más productiva a la hora de confrontar una situación éticamente complicada sería "quizá haya gente que haría esto, pero yo voy a intentar ser como tendría que ser ese otro alguien que no lo haría, y al que querría parecerme". Aunque sólo sea para poder decir, cuando alguien se queje de que todos son unos cabrones, que al menos hay uno que no. Que al menos hay una esperanza, alguien por quien merece la pena tener confianza.
De pequeño, leí un par de relatos en esa dirección que me marcaron bastante. Uno, que formaba parte de unos cuantos cómics ("Esther y su mundo" y "Caty, la chica gato", y algunos "Mortadelo y Filemón"), que me regalaron para leer en uno de mis frecuentes periodos de guardar cama, trataba de una niña a la que su abuela maltrataba constantemente, pero ella siempre devolvía bien por mal, hasta que conseguía que la abuela cambiara de forma de ser. Pensándolo con detenimiento, buscar venganza sólo suele aportar más dolor a la situación, así que me pareció una enseñanza muy acertada. Injusta, pero acertada.
El otro era del libro "Uti Tanka, Pequeño bisonte", y narraba una curiosa costumbre de unos indios consistente en que, si adulabas alguna de sus posesiones, te la tenían que regalar. El prota (un niño raptado de una diligencia y tomado por un dios por ser pelirrojo), sin ser conocedor de ello, le dice al jefe indio lo bonito que es su caballo, por hacerle un cumplido. Éste baja apesadumbrado y le ofrece las riendas. Otro indio le cuenta que ese caballo fue un regalo de un antiguo amor, y le habrá dolido en el alma deshacerse de él. Nuestro protagonista provoca al jefe hasta forzarle a devolverle el cumplido de su caballo, y así retornárselo a su dueño original.
De aquí me gustó esa visión tan desprendida de la que recientemente oí hablar a De La Cuadra Salcedo, acerca de ser más felices por la vía de necesitar menos cosas, de conseguir vivir con lo básico. Cada vez que me cruzo con alguien pidiendo dinero, pienso en qué problema voy a tener por darle unos trozos de níquel (o lo que sea) o papel raro que podrá cambiar por cosas mucho más valuosas para la vida. Deberíamos volver a empezar, sólo con lo básico, para darnos cuenta de cuánto estamos desperdiciando (en términos de infelicidad por no conseguir caprichos). Seríamos mucho más ecológicos reduciendo nuestros consumos, reutilizando y reciclando. Las tres "R" del Capitán Planeta, vaya. Otro ser "injusto" de cuya existencia necesitaba la gente para devolver la justicia al planeta, y compensar la de tanto cabrón suelto en su mundo de cómic.
En el nuestro, seguimos necesitando más gente injusta, pero de la buena, no de los sociópatas.